Corea del Norte, el videojuego de Kim Jong-un

Nelson rivera CAMPO DE PRUEBAS

OPINIÓN

07 mar 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Kim Jong-un se pone sus gafas de realidad virtual y gobierna Corea del Norte. Camina, come y duerme con ellas. Los mandos se han fundido con sus manos. Pulsa los botones a todas horas. En todos los juegos desempeña el mismo papel: Líder Supremo de Corea del Norte.

A su alrededor, los sirvientes andan de puntillas. Lo ven zigzaguear, dejarse caer sobre su sofá de terciopelo violeta, levantarse de súbito, contorsionar, doblarse, reír a carcajadas, saltar sobre el piso de mármol socialista. La risa de Kim Jong-un recorre invicta los pasillos del palacio. Entra y sale de los despachos y habitaciones. Sube hasta los techos. Va y viene. Las carcajadas se amontonan en los rincones, como si fuesen el polvo de los días.

En el tope de los grandes secretos del planeta está el de las gafas de realidad virtual de Kim Jong-un. Nadie ha logrado listar todos los juegos que almacena en su archivo. Ni siquiera los servicios de inteligencia de Corea del Sur, inmensa estructura dedicada exclusivamente a estas averiguaciones. Se sabe que son juegos de muerte y guerra, y que en ellos hay un relato que se repite: un hombre que estalla y mata a sus enemigos o impone sus caprichos. Protagonista único que lleva el nombre de Kim Jong-un. Uno de sus predilectos consiste en matar a generales. En sus gafas, Kim Jong-un pone en movimiento a sucesivos contingentes de tropas del Ejército en la plaza Kim Il-sun. Mueve los mandos y Kim aparece en el balcón del Gran Palacio de Estudios del Pueblo. Desfilan en homenaje a su padre, a su abuelo y a él mismo. Kim Jong-un cabecea con sus gafas virtuales bien ajustadas a su enorme cabeza. Pulsa los mandos. Se mueve con impaciencia. Mantiene el zum en posición de búsqueda activa. Del otro lado de la plaza, en la tarima se ve a los generales que ven pasar el desfile de miles de pequeños robots norcoreanos. Uno de los generales, que la noche anterior no ha podido dormir, desvelado por los preparativos, bosteza. Kim le apunta con su rayo aniquilador. Y pulsa el botón rojo. El general desaparece. Kim no escucha el estallido, sino su propia carcajada.

Kim, ansioso, sediento e ilimitado, salta a otro juego. Declara «estado de guerra» ante Corea del Sur. Lanza un misil al mar. Ordena abrir una escuela para producir genios del fútbol. Manda a un campo de trabajos forzados a uno de sus más inmediatos colaboradores. Activa el rayo de la muerte, lo apunta en contra de su tío y pulsa el botón rojo. Apunta su rayo hacia su exnovia, y pulsa el botón rojo. Llama por teléfono a la estrella del básquet norteamericano Dennis Rodman y le cuenta de su rayo. El rayo de Kim se mueve cada vez más rápido. Como una fuerza autónoma. Hasta que Kim se equivoque de botón y lo apunte contra él mismo.