Entre enero de 1992 y enero del 2017

Albino Prada
Albino Prada CELTAS CORTOS

OPINIÓN

06 feb 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Titulo así mi resumen del mes pasado porque en mi última columna resumía cómo la mitad de la población activa española se debía calificar hoy de precariado, y de las graves consecuencias sociales que eso está teniendo, y descalificaba a aquellos que los quieren enfrentar a un sector menguante de trabajadores que aún tienen empleos dignos en empresas de un capitalismo decente. Pues bien, justo en este contexto, la empresa que edita este diario reconocía y festejaba este mes de enero -un año más- el trabajo de un numeroso grupo de sus empleados durante los últimos veinticinco (aquí). Nunca pensé que la cosa tuviese tanto mérito como tiene, y por eso espero que en ella, y en muchas más, eso sea así por muchos años. Pues sé del caso de empresas que, después de subcontratarlo todo varias veces, tienen ya solo como personal fijo, en un centro de trabajo, a un trabajador. Cara y cruz.

Sigamos con las cruces de enero. Mientras las pensiones subían un 0,25 %, el IPC lo hacía en un 1,5 % en el 2016 y la previsión es de un 1,2 % para este año. Sin embargo, el techo máximo de la subida podía haber sido de un 1,7 %. No debemos olvidar que muchas pensiones rondan aún los seiscientos euros y que al perder poder adquisitivo se está precarizando un amplio sector de la población.

Se debe anotar que aunque una mayoría parlamentaria decidiese una subida mayor de las pensiones, el Gobierno podrá paralizarla con el argumento de que afectaría al equilibrio presupuestario. Toda una prueba de en qué estado se encuentra hoy la soberanía nacional. Sobra decir que existen múltiples alternativas para mejorar la actual insuficiencia de ingresos del sistema de pensiones. Pero una de ellas no puede ser la chapuza de hacer previsiones infladas en más de trece mil millones.

Nuestros empleos precarios volvieron a visualizarse en el dato, conocido en enero, de que en diciembre la reducción del paro registrado fue muy inferior al crecimiento de cotizantes. Síntoma claro de la existencia de miles de parados que no constan en los registros de desempleo y que malviven en la boyante economía sumergida mientras no les toca la lotería de un trabajo (temporal y a tiempo parcial) declarado. Pero, más allá de los precarios y de los sumergido, la última EPA, conocida en enero (para el último trimestre de 2016), nos confirmaba la paulatina jibarización de nuestra población activa: tenemos medio millón menos de activos que al comienzo de la crisis. Un síntoma del creciente desánimo social que afecta a nuestros potenciales activos. Para los jóvenes de 16 a 30 años la cosa pone los pelos de punta: entre el 2008 y el 2016 la caída es de dos millones de activos. Si bien esto ayuda a presentar unas cifras de evolución del paro menos catastróficas, no debiera escamotearse la debacle colectiva que supone.