Sobre infomonopolios y poscapitalismo

Albino Prada
Albino Prada CELTAS CORTOS

OPINIÓN

04 ene 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Las tecnologías de la información y la comunicación nos están abriendo gigantescas posibilidades de llevar casi a cero el precio de no pocos bienes y servicios, facilitando una comunicación masiva a coste muy reducido o servicios de acceso gratuito y universal. En palabras de Paul Mason, esta tecnología «corroe los mecanismos de mercado, socava los derechos de propiedad y destruye la tradicional relación entre salarios, trabajo y ganancia» (en su reciente libro Postcapitalismo, 2016, Paidós).

Sin embargo no es menos cierto que, lejos de avanzar en esa dirección, en distintas actividades (ya sean buscadores, sistemas operativos, identidad digital, foros, música, hardware, etcétera), lo que han ido conformándose han sido cuasi monopolios, o muy reducidos oligopolios de una, dos o tres marcas. Estos infomonopolios serían la forma en que el infocapitalismo del siglo XXI está conformando un modelo de negocio de algo que podría ser abierto (Linux), colaborativo (Wikipedia) o público.

En todos los casos en que son limitadas las potencialidades de abaratamiento o acceso universal, ya sea con un precio monopolístico de marca, por la imposición de publicidad o por la apropiación de los metadatos de los usuarios, suele andar por detrás un factor recurrente: la entrada de grandes grupos inversores con la idea de crear negocio. En vez de lo abierto, colaborativo o social, regirán las leyes de mercado, que impondrá la megaempresa que controle una buena parte del negocio. Así es como ellos responden a la pregunta: «¿Cuál es el valor de un producto infinitamente reproducible a un costo casi cero?», que se hace Carlota Pérez, prestigiosa investigadora de las revoluciones tecnológicas.

De esa manera, potencialidades sociales, que en muchos casos derivan de investigación básica generada con fondos públicos, son apropiadas como negocio puro y duro. El neoliberalismo aplicado a estos asuntos (hay quien lo denomina con sorna anarcocapitalismo) también reniega del Estado, de lo público o de lo colaborativo. Lo que ofrece a todos los que sobrevivan -económica y laboralmente- a su digitalización, son sucesivas versiones actualizadas y mejoradas de cachivaches y programas a precios de monopolio. Infocapitalismo e infomonopolios virtuosos de la obsolescencia programada.

También de la apropiación multimillonaria de rentas derivadas de las economías de trabajo social que facilitan estas tecnologías. Algo que se ampliará en grado sumo con el llamado Internet de las cosas hacia un altísimo riesgo de dominio social (ciberdictaduras). Por ejemplo, disponiendo de información crucial para condicionar la opinión pública en un proceso electoral.

Tanto es así que, en su ponderado y recomendable ensayo, Paul Mason (que se postula de una izquierda adaptativa) llega a proponer la ilegalización de estos monopolios, o bien su disolución en propiedad pública, como una de las llaves de su propuesta de transición al poscapitalismo. Dejamos las otras llaves, no menos importantes, a la curiosidad del lector.