Bicos y cobras

Fernanda Tabarés
Fernanda Tabarés OTRAS LETRAS

OPINIÓN

13 nov 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

En el váter de chicas de un restaurante muy chulo del centro de Santiago también está: un minimalista cambiador para bebés de una multinacional sueca recién desembalado. El servicio se anuncia fuera para bifurcar los tráficos a tiempo: a la izquierda, el cartel de la falda y el del cativo con una urgencia en los pañales; a la derecha, el de los pantalones y hombres. Una sutil asignación cuya denuncia incomoda a todos los que ahora mismo piensan: ya están las pelmas estas. Hay normativas por el mundo que instruyen a los hosteleros para que superen la clasificación por género de los espacios. Pueden perpetuar desigualdades o desolar a quien nace desclasificado, como aquella Coy Mathis de seis años que necesitaba ir al baño de niñas a pesar de que su anatomía la enviaba al de los chicos. Le ganó al estado de Colorado. Mario Beramendi registró el viernes en La Voz la cobra imaginada con la que Ana Pontón estaba dispuesta a desafiar  los dos besos culturales que le ofreció Feijoo tras su investidura. O nos besas a todos o no besas a ninguna. El presidente podía haberla emprendido a ósculos sucesivos con toda la cámara, pero se mantuvo en la frontera y le estrechó la mano a la diputada sucumbiendo al gesto sin género que se le reclamaba. El viernes, Michelle LaVaughn Robinson, negra, descendiente de esclavos, egresada de la escuela pública de Chicago y licenciada en leyes por Harvard le enseñó la Casa Blanca a Melania Trump. La despampanante inmigrante eslovena, hija de comunistas, estudiante de arquitectura, fan de The Cure y copiona de discursos emocionantes ha replicado con su sonrisa toda la bazofia machista que ha vomitado su compañero de alcoba, desde enero comandante en jefe de los Estados Unidos. Es fácil intuir la decepción en el gesto de Michelle, el olor ácido de la depresión que acompaña a los retrocesos históricos. Conviene prestar atención a las señales. Incluidas las de los baños.