España, en manos de Soraya

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

04 nov 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Un Gobierno sin gallegos. Bueno, con un gallego, que es el que manda, pero sin ningún gallego en ninguna cartera ministerial. Pero no nos entretengamos en cuestiones sentimentales. La clave de este Gobierno sigue estando en Soraya Sáenz de Santamaría. Y no solo por mantenerse como vicepresidenta única, sino por la nueva tarea que asume: la de ministra de Administraciones Públicas. No solo se encarga de coordinar a los ministros como titular de Presidencia, sino de coordinar y negociar con los Gobiernos autónomos en los difíciles momentos de pactar y renovar la financiación. Y lo más notable: carga sobre sus espaldas la más alta de las responsabilidades que se pueden asumir: Cataluña, una Cataluña que se ha puesto a contabilizar los bienes del Estado para negociar la independencia.

Y quiero decirlo: era difícil encontrar otro nombre mejor. Soraya es quien se entiende con Oriol Junqueras, y consiguió que esa relación sea cordial, lo cual parece imposible entre alguien del equipo de Rajoy, del que se dice que es una fábrica de independentistas, y uno de los principales motores de la desconexión. Es natural que, ante ese desafío, la señora Sáenz de Santamaría deje de ser la cara y la voz del gabinete. Ni una persona de su capacidad de trabajo puede abarcar tantas funciones, y menos ahora que tiene la histórica de mantener la unidad de España. Desearle suerte es poco. Creo que es preciso decirle que España y su unidad necesitan su éxito.

De Soraya hacia abajo, este Gobierno me deja frío. Se trata de un equipo de la confianza de quien lo forma, y el máximo representante de esa búsqueda de confianza es Álvaro Nadal. Aunque se renueva casi la mitad de los miembros del Consejo, es más continuista que novedoso. La cara del gabinete será Íñigo Méndez de Vigo, y creo que es preciso resaltar que hasta ahora apagó bastantes de los incendios que había dejado José Ignacio Wert. La gestión de la economía no cambia, lo cual es coherente con la satisfacción de Rajoy sobre la salida de la crisis. Sigue Montoro, otra señal de satisfacción de Rajoy con los ingresos del Estado y la forma de obtenerlos. La colocación de Cospedal en Defensa confieso que es una sorpresa, y recuerda a Carme Chacón, pero sin embarazo. Y respecto a los demás, son gente notable, cuya eficacia y capacidad de diálogo, palabra talismán de esta etapa, tendrán que demostrar.

Y una anotación complementaria: en lo único que acertaron las quinielas ha sido en los ceses de Jorge Fernández Díaz y García Margallo, dos amigos personales de Rajoy, o eso dicen. El primero es un tributo a la oposición y al nacionalismo catalán. El segundo quizá sea razón de edad. Nos quedamos sin su desparpajo para reivindicar Gibraltar.