El PSC y el PSOE: sobre «sorpassos» y repasos

Roberto Blanco Valdés
Roberto L. Blanco Valdés EL OJO PÚBLICO

OPINIÓN

16 oct 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Miquel Iceta, que en las primarias celebradas ayer por los socialistas catalanes consiguió renovar su puesto de primer secretario del PSC, insistía, hace tres o cuatro días, en el voto negativo de su partido a la investidura de Rajoy, al margen de cual fuese finalmente la decisión del Comité Federal de los socialistas españoles. Y lo hacía con un argumento más propio de un falsario que de un líder político consciente de la trágica realidad que lo rodea. Según Iceta, si el PSOE se abstuviese ante el candidato del PP, pasaría del peligro del sorpasso al de ser objeto de un «repaso».

Tal juego de palabras esconde, sin embargo, la extrema dureza de unos datos electorales que demuestran incontestablemente la envergadura del repaso que ya han sufrido los de Iceta: el PSC logró en las autonómicas del 2003, origen del primer tripartito con la extrema izquierda secesionista y no secesionista, algo más del 31 % de los votos y no llegó en las del 2006, origen del segundo, al 27 %. El rotundo fracaso de ambos gobiernos y de la enloquecida política territorial del PSC (el dislate del nuevo Estatuto catalán y todas la calamidades que aquel trajo de la mano) se pondría de relieve en las tres siguientes autonómicas en las que obtuvo el 18,3 %, el 14,4 % y el 12,7 % de los votos expresados. ¡Al 12,7 % y 16 escaños ha quedado reducido el partido que alcanzó en 1999 el 37,7 % de los votos y 52 diputados! ¡Si eso no es un repaso en toda regla que venga Dios y lo vea!

La conclusión política que se deriva de esos datos es fácil de obtener: ha sido la política de confluencia con la extrema izquierda y el nacionalismo, y no la moderación, la que ha dejado a los socialistas catalanes hechos cisco. Una política, no lo olvidemos, en la que el PSC ha actuado como un verdadero adelantado del PSOE, quien, al abandonar su espacio de centro izquierda con un discurso impropio de la socialdemocracia europea, ha creado poco a poco las condiciones para que subieran como la espuma los que compiten con los socialistas por su izquierda. Sánchez pretendía culminar tal disparate gobernando con Podemos y los independentistas (ERC y la antigua Convergencia) y fue esa desquiciada pretensión la que precipitó su caída del liderazgo socialista.

Pero los destrozos causados al PSOE por un PSC enrocado en la izquierda radical y en una política territorial tan deudora de las obsesiones de los nacionalistas como llena de bandazos están bien a la vista. Al PSOE, como al PSC, y en no pequeña medida por la maléfica influencia del segundo en el primero, lo han abandonado a chorro unos electores a los que ha dejado turulatos el oportunismo de la dirección socialista y la pérdida de su posición tradicional. La deriva del PSC ha sido una rémora constante para el PSOE, un lastre tan excesivo para él que ha terminado por resultarle insoportable. Por eso el dilema del PSOE es ya claro como el agua: o suelta ese lastre o se hundirá.