Causa verdadero asombro el anuncio de que se va a construir un muro en Calais (Francia) para evitar que los inmigrantes/refugiados puedan evadirse hacia Gran Bretaña, que es quien va a pagar su construcción. Lo mismo está amenazando el señor Trump si llega a la Casa Blanca. Bueno, eso de los muros es muy viejo. Ahí está la muralla china, que supera cualquier obra de separación moderna. Aún se comprende que los chinos hace siglos no viesen otro modo de asegurar su civilización, frente a quienes se empeñaban en dominarla. Pero parece inaudito que en tiempos de la globalización se piense en recurrir a estos procedimientos de defensa contra el invasor clandestino. Los británicos, además del brexit, quieren aislarse del continente, pero no renuncian a establecer a sus mayores en la Costa Brava o la Costa da Morte. Los muros son la muestra de la incapacidad política para enfrentarse a los graves problemas que trae nuestro tiempo de intercomunicación y que no tienen otra solución que abrir espacios políticos nuevos para afrontar estos movimientos de masas de una manera ordenada. ¿Qué tal un ministerio para que los que quieran venir lo hagan a través de las embajadas? ¿Qué tal si se tratasen de establecer nuevos habitantes dispuestos a trabajar, ocupando los muchos pueblos deshabitados que hay en toda España? Así se podría resolver el problema de la disminución demográfica, a la vez que se daría un impulso a las economías locales. Esta propuesta se la hice a un alto dirigente del Ministerio del Interior, pero sin éxito.