El «burkini»

Francisco Ríos Álvarez
Francisco Ríos LA MIRADA EN LA LENGUA

OPINIÓN

27 ago 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Las novedades en lencería de baño femenina de esta temporada han ocasionado problemas. Mientras algunos responsables del orden público se debatían entre vetar o autorizar el uso de las nuevas prendas en espacios públicos, quienes informaban sobre ello tenían que fijar la ortografía del nombre de la vestimenta, inspirada en la moral más rigurosa de las musulmanas: ¿burkini o burquini?

Todo viene de la poca querencia que la Academia Española ha tenido tradicionalmente por la k. Ese rechazo la llevó incluso a excluir esta letra del abecedario español. El destierro, decretado a principios del siglo XIX, duró algo más de cincuenta años. Aún hoy persisten sus secuelas.

La letra k es una de las formas de representar el fonema /k/, junto con la letra c (casa, coche, clic) y el dígrafo qu (querer, requisitoria). Los raros casos en que se empleaba también q (quadrívium, quark, quórum) han sido adaptados plenamente con c (cuadrivio, cuark, cuórum). La k aparece sobre todo en topónimos y antropónimos exóticos y en extranjerismos recientes. Hasta ahora, estos se adaptaban preferentemente con qu (esmoquin, del inglés smoking; disquete, de diskette).

La plena aceptación de la k ha supuesto la aparición de variantes gráficas de voces que ya se habían españolizado con c. En unos casos la Academia prefieren las formas con c (caqui a kaki, folclore a folklore) y en otros da preferencia a las que conservan la k etimológica (kurdo/curdo, kiwi/quivi). En esto ha habido algún cambio de opinión. Un ejemplo es bikini, que tiene bastante que ver con burkini, aunque no en el consumo de tela.

El bikini, como prenda de baño, fue creado en 1946 por el ingeniero automovilístico Louis Réard. La única mujer que aceptó lucirlo para presentarlo en público no fue una modelo, sino una estríper, que dijo que su aparición en la pasarela iba a ser un bombazo mayor que la prueba atómica que solo unos días antes había hecho Estados Unidos en el atolón de Bikini, en las islas Marshall. El avispado ingeniero registró inmediatamente Bikini como marca de sus dos piezas. El nombre tenía el valor añadido de comenzar por Bi-, sílaba en la que muchas personas ven el elemento compositivo bi-, ‘dos’, del español y otros idiomas. Son legión los que siguen creyendo hoy que están ante una palabra formada por composición, en la que un elemento, bi-, significa ‘dos’, y el otro, -kini... algo será.

Con el tiempo se han creado, creyendo seguir el mismo modelo de formación, trikini (con tri- ‘tres’) y monokini (con mono- ‘uno solo’), ambos de efímera vida. El último episodio en este proceso ha sido la aparición de burkini, un cruce de burka y bikini. Del primero toma la sigla inicial, bur-, y del segundo las dos finales, -kini. Si usásemos la variante biquini ahora tendríamos burquini, pero la forma gráfica burkini nos sugiere con más fuerza relación con burka, la túnica femenina afgana, que oculta hasta los ojos de quien la lleva.