Los efectos del «brexit»

Fernando González Laxe
Fernando González Laxe EXPRESIDENTE DE LA XUNTA

OPINIÓN

19 ago 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Las primeras reacciones de los gobiernos y de los mercados financieros a los resultados del referendo del Reino Unido fueron leves si los comparamos con otros episodios recientes, como la caída de Lehman Brothers o de las contracciones económicas de China. Sin embargo, la incertidumbre no cesa de crecer. 

De una parte, el nuevo Gobierno británico no posee hoja de ruta ni está preparado, táctica como técnicamente, para seguir el camino marcado por el resultado de su consulta popular. Así lo está manifestando su primera ministra cuando afirma que ni sabe cuándo presentará su posición ante la UE ni cómo afrontará el proceso de desconexión con la UE. O sea, un escenario lleno de nebulosas e interrogantes. Mientras tanto, la UE no da muestras de unidad y, aunque se calmaron los temores a una desintegración inmediata de la UE o de la eurozona, no cabe duda de que todavía subsisten las incógnitas sobre cómo se mantendrán los acuerdos (mínimos y máximos) y los vínculos (amplios y estrechos) entre el propio Reino Unido y la UE, tanto en lo que atañe a los flujos comerciales como al acceso al mercado único o a los aspectos derivados de la inmigración.

Lo que sí es cierto es que la volatilidad europea se ha pospuesto un tiempo, dejando para más adelante los otros riesgos globales como la desaceleración del crecimiento, la fragilidad de los intercambios, la inestabilidad de las relaciones monetarias o los efectos sobre el mercado de trabajo. Dicho escalonamiento se debe a que en el continente europeo se avecina un denso panorama electoral, lleno de incertidumbres. En septiembre hay elecciones en Austria (donde se asiste con incredulidad al crecimiento del ultraderechista Partido de la Libertad); en octubre, referendo en Hungría (sobre la derogación de las cuotas de reubicación de inmigrantes, exigido por la UE); y a continuación, plebiscito en Italia (sobre la reforma constitucional). Y todavía quedan, para el próximo año, las elecciones en Francia, Alemania y Países Bajos.

Por tanto, no es fácil que Europa avance en los proyectos para completar la Unión Monetaria, salvo que vayan introduciendo más mecanismos de coparticipación de riesgos, que se asista a un leve y tímido avance sobre reformas estructurales y que se proceda a ajustar las políticas económicas y fiscales a los actuales niveles de déficit y de endeudamiento. En estas condiciones, no es factible una desintegración súbita de la eurozona, ni que la UE sucumba a una ruptura por la necesidad de incrementar los grados de autonomía y soberanía nacional (por mor de los populismos nacionalistas), ni por los riesgos de su desmembración (por mor de los euroescépticos).

Garantizado, pues, el equilibrio inestable, las apuestas deben ir encaminadas a cómo afrontar la nueva coyuntura. Y máxime en las regiones periféricas europeas, como Galicia. Nuestra comunidad autónoma quedará expuesta a tres fuegos cruzados en cuanto se produzca el brexit. El primero se detectará a través de los flujos comerciales con el Reino Unido, pues dicho país concentra el 5,4% de las exportaciones (cuarto demandante) y el 3,1 % de las importaciones (séptimo proveedor). En segundo lugar, por la procedencia de la inversión directa extranjera o por el establecimiento de empresas en el Reino Unido, en donde Galicia también posee una notable incidencia. Y, en tercer término, por los flujos relacionados con el mercado de trabajo y los pensionistas, que afecta tanto al personal joven, especializado y en formación, que en la actualidad trabaja o está formándose en las empresas y universidades, como a aquellos gallegos que hoy en día perciben pensiones procedentes del Reino Unido, después de haber trabajado como emigrantes durante muchos años en dicho país. Estos tres elementos exigen un análisis serio de cómo solventar las incógnitas del brexit y sus consecuencias.

Más certera, si cabe, ha de ser nuestra reflexión en el ámbito sectorial. Existen actividades muy directamente relacionadas con la economía del Reino Unido y se hace necesario afrontar dicha evaluación, sin pausa y con mucho rigor. El Reino Unido, por ejemplo, es un gran productor, importador y consumidor de productos pesqueros. Galicia compite y rivaliza con ellos, pescando ciertas especies en las mismas zonas. Debemos, pues, estudiar este caso. Asimismo, resulta obligatorio velar por los mercados, abiertos recientemente, por parte de empresas gallegas de alta y media tecnología en el ámbito industrial, de las energías renovables, de la metal-mecánica y de la salud. Y, finalmente, defender nuestras posiciones turísticas y de atractivo territorial en lo que se refiere a nuestra apuesta marítima.

Es, sin duda alguna, un trabajo urgente y obligatorio. Seguro que en la campaña electoral habrá discursos grandilocuentes. Pero lo relevante es poder afrontarlos desde la seriedad y el compromiso de servicio público; nunca desde la crispación, la urgencia o el desentendimiento.