Horteras

Francisco Ríos Álvarez
Francisco Ríos LA MIRADA EN LA LENGUA

OPINIÓN

13 ago 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

El pasado sábado se celebró en Porto do Son una fiesta hortera que llegaba a su decimoséptima edición. Los participantes más activos lucían galas de pésimo gusto y peinados que quizá en algún momento estuvieron de moda en ambientes vulgares. Por un día estuvo en boca de todos una palabra, hortera, procedente de la primera hornada del español, aquella que surge cuando el latín se transforma en lenguas romances. Aunque las horteras de entonces apenas tienen relación con los horteras del siglo XXI.

Coromines y Pascual sitúan la primera aparición documentada de hortera -aunque con la forma fortera- en un texto del año 1022, las últimas disposiciones de una reina de Navarra: «De meas forteras, de vasos, de argénteo quidquid habuero, commendo unam partem ad Senior Eximino... et vendant illos vasos vel forteras salomonaticas». Esas forteras parecen proceder del latín offertoria, una especie de patena. El latín salomonaticus se aplicaba a vasijas de metal precioso, en recuerdo de las del templo de Salomón. Y durante algún tiempo la fortera aparece mencionada entre cálices, patenas y otros objetos litúrgicos.

Con el tiempo, la efe de fortera se trastocó en hache y pasó de ser nombre de valiosas vasijas a identificar las humildes escudillas de palo, más concretamente las que llevaban los pobres, a veces atadas a la cintura, para recibir en ellas la comida que les daban. Las horteras eran enseres habituales en las casas humildes. Quizá por esta relación de hortera con la pobreza comenzó a aplicarse a finales del siglo XVIII a los mancebos de los comerciantes de Madrid: «... el agredido es novio o pretendiente de Clotilde, por más señas, honrado hortera de una tienda próxima» (Benito Pérez Galdós, La incógnita, 1888-1889). Aunque hortera se aplicaba también al propio comerciante cuando se trataba de un personaje ignorante y tosco.

No fue hasta ya muy avanzado el siglo XX cuando hortera comenzó a emplearse con el significado más usual hoy, el de ‘vulgar y de mal gusto’, sobre todo cuando se aplica a algo o a alguien con pretensiones de elegancia. «¡Las tenacillas le habían dado un aire hortera -escribe Rosa Chacel en Barrio de Maravillas (1976)-, pero era joven, tenía cierta belleza!». Con este sentido, que es de uso coloquial y generalmente despectivo, ha tenido familia: horterada, que es la acción o cosa vulgar y de mal gusto («Mamá dice que si suena el tapón al descorchar, es una horterada», afirma un personaje de Ana Diosdado), y horterismo, más raro, que da nombre a la cualidad de hortera.