Europa debe vivir

Manuel Blanco Desar
Manuel Blanco Desar EL SÍNDROME G

OPINIÓN

26 jun 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Es un hecho: la gente se dispara a los pies. Busca el arma, la carga y apunta. ¿Por qué han hecho esto los británicos? Tres fotografías pueden explicar la situación: la del niño Aylan Kurdi ahogado; la de los terroristas en el aeropuerto de Bruselas y, ahora, la del infame cartel de Farage con una legión de refugiados e inmigrantes. En España no entendemos lo que sucede en el norte. Aquí tenemos nuestro propio populismo de corte anarquista -todo para todos y qué hay de lo mío-, exótico en Europa, y que explica cómo somos capaces de convivir desde los ochenta con tasas de paro de más del 20 %, algo inconcebible de los Pirineos hacia arriba. El populismo septentrional es directamente xenófobo.

Europa camina sonámbula hacia el caos, como en 1914. Tenemos avisos desde hace décadas. Las elecciones presidenciales austríacas son incluso un mayor aldabonazo que el brexit. Prácticamente todos los países de la UE, excepto los vacunados Portugal y España, tienen pavor a la inmigración y la globalización. Los trabajadores manuales votan en masa a ese populismo, saltando de la vieja socialdemocracia y el comunismo al nacionalismo. Se sienten amenazados por la competencia de los nuevos parias que arriban. Y mientras, en la UE, la vida sigue igual, pisando moquetas y regulando la vida de las gallinas ponedoras.

Cuando presenté en Bruselas El Problema Occidental/The Problem of the West: https://www.amazon.co.uk/ el derrumbe de Lehman Brothers tenía sus primeras réplicas aquí. Una de las ideas centrales del ensayo es que Europa tiene que integrarse más para saber acomodarse a la inmigración. La que denominé como «estrategia Maginot», de cierre de fronteras, no solo es inútil, sino además perversa. Los inmigrantes van a seguir llegando pura y simplemente por la inercia o physis demográfica de los centenares de millones de jóvenes sin futuro que aguardan al sur y al este de la UE. Pero como los europeos, sobre todo los trabajadores, jubilados y desempleados, no van a aceptar esa realidad física, idean que podrán sobrevivir plácidamente tras los muros de hormigón y las alambradas. Por esta vía van a sacrificar la democracia ante el altar de la demagogia populista. Europa necesita explicar esto a sus ciudadanos, para que resistan a los cantos de sirena de sus nacionalistas. Si Europa es capaz de exportar su mejor modelo de vida a los países expulsores de jóvenes todo cambiará: apoyando a opciones democráticas, empoderando a las niñas y mujeres, ordenando las entradas y salidas flexibles de quienes vengan a formarse con nosotros para luego adoptar nuestro modelo social y político en sus países? Pero, para hacerlo, tenemos que estar unidos, cohesionarnos, saber diferenciar la democracia de la oclocracia populista y comprender que las leyes de nuestros parlamentos nada pueden contra las leyes de la física: la physis siempre derrota al nomos. Tal vez de este modo salvemos Europa con los británicos otra vez entre nosotros.