Todos los hombres del terremoto

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

25 jun 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

David Cameron hizo una operación magistral. Con una sola decisión política, la de convocar un referendo, consiguió más desastres que todos los gobernantes de la Unión Europea dedicados a hacer mala política. Ante la consulta, él y sus equipos fueron incapaces de elaborar un mensaje eficaz para lograr adictos a la idea europea. Ante la propaganda adversaria (Independence day) no supieron desmontar su demagogia y se dejaron devorar por ella. Ante la nación que dirige, le dejan un acto de gobierno más y la destruye, porque Escocia ya pide un segundo referendo e Irlanda piensa en la unión de la isla y en la independencia. Ante la propia Unión, la deja ante el pánico de que otros países quieran separarse también. Los efectos económicos los hemos vivido ayer: derrumbe de las bolsas, pánico financiero y miedo a una parálisis que algunos analistas consideran peor que la provocada por Lehman Brothers. Y para redondear el cuadro, solo le faltaban los piropos de Donald Trump, broche de oro de una olimpiada de la torpeza. Lo menos que el primer ministro pudo hacer fue anunciar su retirada en octubre. Y parece demasiado tiempo de permanencia en el poder.

Hecho este afectuoso reconocimiento a los históricos méritos de Cameron, hay que hacer justicia y decir que sería demasiado generoso atribuirle todas las responsabilidades. Ahí tenemos a la propia Unión y a su bien pagada burocracia, incapaz de encontrar la filosofía mínima que haga atractiva la idea de una Europa unida. Sin esa base no se construye ninguna comunidad. Ahí tenemos la Europa de la austeridad, que le hizo decir a García Margallo que «nos hemos pasado cuatro pueblos», y solo creó rencor ciudadano a los recortes, los hombres de negro y los Gobiernos ineficientes. Ahí tenemos las instituciones de Bruselas, cuya función y reparto de competencias desconocen la mayoría de los contribuyentes. Ahí tenemos la ausencia de política unitaria en materias como la defensa o la diplomacia. Ahí tenemos las negociaciones agrarias y pesqueras, tan oscurantistas como fabricantes de descontento. Ahí tenemos la incompetencia en asuntos tan sensibles como la inmigración y ante personas tan necesitadas como los refugiados?

Los periódicos están llenos todos los días de crónicas del ridículo y de comentarios de fracasos estrepitosos. No es extraño que el primer país que se propone revisar su pertenencia a ese club decida marcharse. Tampoco es extraño que haya pánico a que otros países hagan lo mismo. Por ello espero que este traumático brexit produzca al menos un beneficio: que la Comisión y demás órganos de gobierno sepan rectificar. O lo hacen, o las piezas de la Unión se pueden ir cayendo una a una hasta el derrumbe final.