De tapas

Mariluz Ferreiro A MI BOLA

OPINIÓN

01 jun 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Primero fue el emoticono de la paella. Ahora las tapas como patrimonio de la Humanidad. España busca nuevas conquistas. En esta última cruzada anda el ministro de Educación, Cultura y Deporte. Somos, al fin y al cabo, Don Quijotes de la ensaladilla rusa. Caballeros de las patatas bravas. Cofrades del chorizo a la sidra. Paladines a la taza. Pero esta audaz iniciativa abre más de un debate jugoso. Para empezar, ¿por qué la tapa? ¿Por qué queda arrinconado el pincho? ¿Por qué se descarta vilmente la ración? Será por agarrarnos bien al topicazo y por elegir la opción más universal (y guiri) del abanico. Otra cuestión es plantearse si cualquier tapa en general sería merecedora de tal reconocimiento. Porque hay bocados que son para ponerle un piso al que los sirve. Y otros, aquellos en los que es grasa todo lo que reluce, merecerían el destierro, deberían convertirse en apátridas gastronómicos. Pero es la Unesco la que tienen la sartén por el mango.

Lo cierto es que, si desea batirse en duelo por el made in Spain, el Ejecutivo central puede encontrar mejores y más concretas encomiendas. Como dedicarse a que aquello de «producto de España» no aparezca en la letra pequeña de las etiquetas de millones de latas y botes. O hacer que el aceite de oliva español ocupe el lugar que merecen en el mundo y no dormirse mientras los italianos compran aquí a granel y venden en botella a precio de oro. O borrar del mapa el sobrevalorado jamón de Parma a base de lonchas de ibérico. O hacer que palidezcan otras carnes y que enrojezcan otros mariscos. Y no solo con promociones vacías, con bonitas fotografías en presuntas capitales de la modernez. Con algo más de chicha.