Primavera

Ramón Pernas
Ramón Pernas NORDÉS

OPINIÓN

25 mar 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Anoche el automóvil atravesaba las carreteras interiores de Galicia. La luna lucía en toda su plenitud de luna llena y decretaba la medianoche cuando imaginariamente un reloj virtual hacía sonar doce campanadas. El coche dividía en dos partes el paisaje intuido, la costa, la mar cercana aromatizaba con un olor salobre la noche de marzo, y un perfume como de estreno se colaba por uno de esos bordes levantados, izados, que vigilantes se apostan desde el primer día de la creación a orillas de los caminos.

De cuando en cuando, se escuchaba el discurrir rosaliano de los «regatos pequenos» que festoneaban combaros y ribazos y hasta la luz de la noche, iluminada por una luna celosa y vigilante que se instaló para hacernos compañía en el parabrisas del coche empeñada en acompañarnos hasta llegar a nuestro destino, tenía una luz especial, poblada de transparencias. Era la primera luz de la primavera, empujada por todo un ejército de pequeñas luciérnagas imaginadas que no llegué a ver.

Venía pensando en la vesania, en la puñalada que hirió el corazón de Europa, en las bombas de muerte colocadas en el aeropuerto y el metro de Bruselas por otros europeos que crecieron junto a nosotros, que estudiaron en nuestras escuelas, que gozaron del privilegio de nuestra sanidad, que se beneficiaron de nuestras ayudas sociales y que crecieron en el odio a lo nuestro, y digo nuestro consciente del orgullo de pertenecer a un país de países que creció con el estigma de culpabilidad, de declararnos culpables de casi todo, de considerarnos «los malos», pese a haber sido y estado, al menos eso nos habían contado, en el lado de los buenos.

Al parecer, somos culpables de ser ingenuamente generosos, de compatibilizar mezquitas con iglesias, de no extrañarnos de ver cómo se multiplican velos y yihabs, de no estar ojo avizor viendo enemigos en los diferentes mientras contamos la llegada de refugiados de cien en cien en pateras que cruzan estrechos con devolución inmediata. Venía pensando en todo ello, en los doscientos heridos de cuarenta nacionalidades, y en la treintena de muertos, cavilaba que estamos en guerra contra un enemigo invisible, y que los altares con velas en las calles, el buenismo militante, el inmediato je suis Bruxelles tatuado en los teléfonos móviles y multiplicado en las redes sociales, ya no es suficiente, ya no sirve. Porque ya no vale casi nada. Europa está desnortada, no sabemos qué hacer. La opulencia comienza a resquebrajarse, somos víctimas de nuestra propia historia y de nuestra propia histeria, víctimas de un minúsculo ejército de sombras que sabe a ciencia cierta, que conoce, la cartografía vulnerable de nuestro corazón.

Venía pensando en ello cuando en plena noche me sorprendió la primavera y quise contárselo a ustedes cuando marzo concluye, cuando el dolor es certero y cuando en esta parte de la cristiandad es Jueves Santo y celebramos el Día del Amor Fraterno. ¿Les suena de algo?