¿Quién se ha equivocado?

Carlos G. Reigosa
Carlos G. Reigosa QUERIDO MUNDO

OPINIÓN

15 feb 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

¿Se ha equivocado Mariano Rajoy al no responderle al rey lo mismo que le respondió Pedro Sánchez sobre lo de intentar formar Gobierno? Es difícil determinarlo, pero ya hay opiniones y encuestas para todos los gustos y disgustos. Porque es innegable que a estas alturas el líder socialista se ha convertido en el protagonista del ruido mediático, aunque todavía no haya avanzado lo necesario en el camino de las posibilidades o probabilidades de encabezar el Gobierno. Y así siguen las cosas hoy, sin cambios. Porque tampoco ha servido de nada el encuentro Rajoy-Sánchez del viernes.

¿Se ha equivocado Rajoy? Yo creo que sí, pero también creo que no se trata de un error irreparable, como pretenden sus fieles detractores. Porque al final de todo este proceso tendrá que producirse un resultado, y si ese resultado no es un acuerdo, sino un desacuerdo, ¿qué diremos de quienes nos han hecho perder todo este tiempo, tal vez con el único propósito de hacerse más populares o resultarnos más confiables o familiares?

Sí, yo creo que Rajoy se ha equivocado al apartarse del foco que daba más luz. Pero también creo que se está equivocando Sánchez al dar por hecho que los focos siempre lo favorecen a uno por el simple hecho de estar ante ellos. La realidad es que los focos iluminan por igual los aciertos y las torpezas: solo hacen que se vean mejor. Si al final toda esta escenificación diaria no conduce a nada, cada uno deberá buscar sus mejores argumentos para no ser considerado culpable de ello. Y en este punto el foco volvería sobre Rajoy y muy probablemente sobre una nueva convocatoria de elecciones.

Por todo esto, no tiene sentido que nadie lance las campanas al vuelo. Todavía no. Porque a veces los resultados electorales los carga el diablo y dan de sí lo que no está escrito. Rajoy se ha apartado y Sánchez se ha llevado los focos. Pero ¿alguien sabe adónde estamos yendo? Yo no. Por ello mantengo mi convicción, ya reiterada en estas páginas, de que son preferibles unas nuevas elecciones a seguir pregonando acuerdos ilusorios o imposibles bajo unos focos que parecen alumbrar solo la impotencia negociadora.