La decapitación de Rajoy

OPINIÓN

15 feb 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Una corriente de opinión que va extendiéndose al modo de las ondas gravitacionales de Einstein trata de encontrar en la decapitación de Rajoy la respuesta a las incertidumbres de formar un gobierno. Rajoy, acosado por la corrupción es un titular que se repite ante los casos abiertos que no cesan. Quien no es capaz de mantener limpia su casa no puede estar al frente del Gobierno del país, ha corroborado Rivera. Esa opinión encontraría fundamento en dos puntos contrapuestos y complementarios: impedir que Podemos entre en un nuevo Gobierno y que el PP facilite con su abstención un Gobierno del PSOE. Que Rajoy desapareciese ahora de la escena no parece que resolviese nada. El problema no está en la persona del presidente, sino en el PP. No parece fácil de admitir que el partido acepte pasar a la oposición después de haber sido el más votado. Sería incluso sorprendente en un sistema democrático cuyos principios son de interés general. Si eso es lo que se pretende, los agujeros negros deberían orientarse hacia otro objetivo. Que Podemos no entre en un nuevo Gobierno ahora mismo depende de Pedro Sánchez, que lo está intentando.

En el estrafalario OK Corral montado en una sala del Congreso de los Diputados es evidente que no pueden permanecer los dos rivales en este momento crítico. Quien tiene desenfundada el arma parece dispuesto a utilizarla. Si ese es el peligro que comparten no pocos de sus correligionarios, los agujeros negros que han producido las ondas descritas y con toda probabilidad la mayoría de los ciudadanos y que comparto, la deducción lógica sería evitar ese riesgo. El tiempo juega en contra. Sánchez, por elemental coherencia, no puede liderar una abstención al PP en una hipotética investidura. Utilizando, sin ánimo de molestar, un símil taurino, si al toro no se da salida, embiste. No es fácil encontrar una airosa a quien es el legítimo secretario general del partido. Que nadie se llame a engaño de lo que ocurra. En ese sentido es más perentorio el eclipse de Sánchez que el de Rajoy. Acordado el Gobierno con Podemos, Sánchez podría ser removido de la presidencia con una moción de censura, inviable porque requiere un candidato. La otra forma sería la dimisión del presidente, con un evidente desgaste personal y del partido al que representa.

Así las cosas, desde la perspectiva de un constituyente, unas nuevas elecciones proporcionarían la oportunidad de sanear o regenerar los partidos políticos ahora cuestionados. El PP de mañana no puede ser el de hoy, si aspira a tener un protagonismo de gobierno. Muchos de sus votantes anteriores le han abandonado; pero ha sido el más votado. Está seriamente cuestionado y sin embargo, aunque parezca paradójico, su mantenimiento como Gobierno en funciones, con una renovación de personas, podría minorar repercusiones internacionales negativas, avanzar en asuntos en los que es posible el acuerdo con otros partidos y proporcionaría un tiempo para la indispensable regeneración demandada.