El dinero de las pensiones

Fernando Salgado
Fernando Salgado LA QUILLA

OPINIÓN

08 ene 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Un amigo, ya jubilado, me explica con cierto cinismo su voto al PP. Es el partido, dice, más interesado en defender a los pensionistas, por una simple razón de egoísmo: son su principal granero de votos. Y ningún comerciante en su sano juicio se dedica a machacar a su clientela más fiel. Antes de defraudarla, sacará recursos de debajo de las piedras, como Fraga sacaba los votos de ídem. Antes venderá los colegios, privatizará los hospitales o expropiará la catedral de Santiago que dejar a los pensionistas sin paga.

El argumento, a mi entender, solo tiene una tacha. Los políticos en general son gentes de luz corta. No suelen mirar más allá de sus narices y su filosofía suprema se sintetiza en la frase «después de mí, el diluvio». Y el diluvio es lo que vaticinan los expertos y cree la gente del común a pies juntillas: nuestros hijos, sujetos sin trabajo o con salarios misérrimos, nunca alcanzarán una jubilación digna. Cosa que tampoco le importa demasiado a la derecha gobernante, porque, a fin de cuentas, los jóvenes son clientes de la competencia. A jorobarse, pues.

Hemos asumido resignadamente que las pensiones del futuro serán muy bajas o no serán. Habrá muchos viejos y pocos jóvenes. Muchos pensionistas y pocos cotizantes. Mucho gasto y poco dinero, fórmula que conduce a la quiebra del sistema.

Me rebelo contra esa visión catastrofista. Por una vez, ejerceré de optimista. Solo pido, para exponer mi tesis, la respuesta a una pregunta fundamental: ¿Qué parte de la riqueza creada anualmente estamos dispuestos a ceder a los pensionistas? En el 2014, el gasto en pensiones supuso un 10,5 % del PIB español. Porcentaje elevado, sin duda, pero inferior al de países como Alemania (10,6 %), Portugal (13,0 %), Francia (13,8 %) o Italia (15,8 %). ¿Podemos permitirnos en el horizonte del año 2050 destinar el 16 % del PIB al pago de pensiones? Italia ya lo hace ahora, y el país todavía no ha quebrado.

Echemos cuentas. Si la economía española crece a una modesta tasa anual media del 2 % durante los próximos 35 años, el PIB se habrá duplicado en términos reales en el 2050. Pero dispondremos del triple de recursos para financiar las pensiones: de los actuales 10,5 euros de cada cien producidos (10,5 % de 100) se habrá pasado a 32 euros (16 % de 200). Exactamente tres veces más. ¿Y qué ocurre con el resto de la renta, la destinada a remunerar el capital y el trabajo? Pues, sencillamente, que crecerá en menor proporción, pero en cuantía nada desdeñable: un 88 %. Bajará su cuota de tarta -del 89,5 % al 84 % del PIB-, pero el bocado será mucho mayor porque la tarta del 2050 será el doble de grande.

Los datos demuestran que el debate sobre la viabilidad de las pensiones está viciado. La cuestión no es si deben financiarse con cuotas o con impuestos, cuánto hay que reducirlas o cuánto hay que subir las cotizaciones sociales. El nudo gordiano solo puede desatarse cuando decidamos qué parte de la riqueza nacional merecen los pensionistas de hoy y de mañana.