Lo malo de Cervantes es que acabó El Quijote y se murió. Por eso este año de su cuarto centenario ya nos coge cansados de celebraciones. Aunque la mejor, obviamente, es leer su libraco. Para eso yo les recomiendo la maravillosa edición de Emilio Pascual y Pollux Hernúñez, publicada por Reino de Cordelia con ilustraciones del irreductible y genial Miguel Ángel Martin, el padre de Brian the Brain, el artista predilecto de Subterfuge.
2016 tiene nombre de novela de Orwell o de Roberto Bolaño, y se cumplen, para quienes les gustan los números redondos, ciento cincuenta años del nacimiento de Valle Inclán, que tampoco era manco -o sí-. Valle además se murió en el 36 -como el pobre Unamuno, vejado y encerrado en su casa de Salamanca tras lo de Millán Astray, o Ánxel Casal, cobardemente asesinado en Cacheiras- y andamos los editores afilando la navaja para entrar a la edición de una obra que pasará a dominio público por fin.
Y en este año que comienza sin frío y sin Gobierno también se celebra el centenario del nacimiento en Iria Flavia de Camilo José Cela, a cuya abuela le había dedicado Rosalía en Follas Novas el poema a la gloria de Sir John Moore que Urbano Lugrís le recitaba de memoria a Avilés de Taramancos, según cuenta Luis Rei Núñez. Camilo José Cela, ya lo sabrán ustedes, fue niño, se cayó de un balcón, creció, escribió una novela, luego otra, fundó una revista y le dieron el premio Nobel. No está mal, teniendo en cuenta que él sí que no era manco. Pues, 2016, vamos allá.