Está en su mano. Aunque ha perdido casi veinte diputados, Pedro Sánchez es el que está más cerca de Moncloa. No sería nada más que reeditar el pacto de Carmena en el Ayuntamiento de Madrid, pero al revés. Pero los resultados dejan claro que ya está aquí la España diversa y cuatripartita que se anunciaba. Y al PSOE se le da una oportunidad con la que no contaba: liderar ese cambio. Se habla mucho de nueva política y de segunda transición. Así lo han pedido ocho millones de españoles que han apostado por los dos partidos emergentes. Ocho millones son muchos millones. Piensen que el PP se ha quedado en siete y el PSOE en cinco y pico. Curioso, por cierto, un sistema electoral que, con casi un millón de votos, deja a Izquierda Unida con solo dos escaños. Pero, volviendo al lío de la calculadora, es Sánchez el que tiene que moverse para aprovechar esta vida con la que no contaba. Pero que no piense que se trata únicamente de sumar diputados para salir elegido en la segunda votación. No. Ayer se reinició España. Para bien, porque al fin habrá que pactarlo todo (la educación, por ejemplo). Para mal, porque los auténticos poderes, los que manejan hasta a Merkel como a un títere, no gustan de la inestabilidad. Las corporaciones multinacionales que gobiernan este planeta y que hacen que suba la fiebre de la prima de riesgo según les convengan tienen en este país a una víctima propicia. A ese poder le gustaría que el PP y el PSOE formasen esa gran coalición a alemana que por aquí no veremos. Esos poderes en la sombra tienen por corazón un bloque de hielo. La amenaza fantasma de unas nuevas elecciones llegará si los tres que más han dicho que la política se trata de llegar a acuerdos (Sánchez, Iglesias y, ojo, Rivera) con grandes sonrisas no son capaces de conseguirlo. A ver si demuestran que son gente corriente.