Como siempre

Mariluz Ferreiro A MI BOLA

OPINIÓN

02 dic 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Salvo en las impagables explicaciones de Coco en Barrio Sésamo, lo de lejos y cerca es relativo. El demócrata Sheldon Silver, de 71 años, fue uno de los políticos más poderosos de Nueva York en los últimos veinte años. Era el supuestamente respetable presidente de la Asamblea estatal. Pero Silver, Shelly para los amigos, fue procesado por unos trapicheos sospechosos y acaba de ser declarado culpable de siete cargos de corrupción en un juicio celebrado en la corte federal de Manhattan. El jurado considera probado que repartía favores a cambio de sobornos y comisiones. Así consiguió llevarse un botín extra de cuatro millones de dólares. ¿Cómo explicar ese pellizco? Su abogado planteaba como pilar de la defensa un argumento muy fácil de entender, aquí y en Nueva York. La costumbre. La inocente rutina. Silver «hacía la política de siempre». Se dejaba llevar por la corriente del río. Ni más ni menos. El quid pro quo era lo habitual en Albany, no lo había inventado su cliente. Y el razonamiento no es tan diferente de aquel «¿cómo creen que se consiguen los contratos y adjudicaciones, señoría?», que un imputado le espetó a una jueza en Galicia. Pero el barniz de normalidad no siempre deslumbra.

Algunos ven los resortes del universo como la puerta de un baño público. Creen firmemente que, por muy nuevo y sofisticado que sea su sistema de cierre, al final se aflojará o se atascará y acabará sucumbiendo al clásico pestillo «de toda la vida». Como sucede en tantos bares y cafeterías. Por mucha innovación que se aplique, se impondrá la lógica, «lo de siempre». Pero el mundo suele ser bastante más complicado que el cerrojo de un lavabo.