A vueltas con la culpa

Luis Ferrer i Balsebre
Luis Ferrer i Balsebre EL TONEL DE DIÓGENES

OPINIÓN

22 nov 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Uno empieza a estar un poco harto de ser identificado como culpable de todos los males por el mero hecho de ser español y europeo. Harto de que le culpen de la expulsión de los judíos, del genocidio de las Indias, de la guerra de Irak y hasta del fanatismo yihadista que tiñe de sangre Saint-Denis.

El discurso culpabilizador de estos revolucionarios de la afectividad cada vez que ocurre una desgracia muestra algunas consideraciones de bulto.

Bertrand Russell aclaró muy bien en su teoría de los tipos lógicos cómo la humanidad no es un ser humano, aunque todos los seres humanos formemos parte de la humanidad; igual que una hoja no es un libro o un libro no es una enciclopedia... son niveles lógicos distintos; de tal manera que puede ser que algo que sea bueno para la humanidad no lo sea para un hombre o viceversa. El tráfico de armas puede ser un buen negocio para el traficante pero muy malo para la humanidad, igual que las leyes son buenas para la sociedad, pero pueden ser la ruina del delincuente.

La culpa solo pertenece a los individuos. No existen Estados culpables ni Estados solidarios, porque los Estados no son la suma de sus ciudadanos, sino una institución impersonal creada por el hombre para evitar los conflictos grupales, que de no existir serían un caos.

La culpa siempre es individual y es una emoción tan desagradable que suele rechazarse enviándola al inconsciente. El mecanismo para paliar esa desazón es proyectarla hacia el Estado exigiendo solidaridad, obligándole a hacer algo lanzando recriminaciones morales a sus gobernantes para exigirles ser lo que nosotros no somos.

¿Cuántos de los que despotrican desde el bienestar acerca de lo culpable que es el Estado por su falta de solidaridad estarían dispuestos a acoger una familia de refugiados? ¿Durante cuánto tiempo? ¿Cuántos estarían dispuestos a pagar un impuesto para sostenerlos? ¿De qué cuantía?

El amarás al prójimo como a ti mismo es un mandamiento sencillamente imposible cuando el prójimo no es un individuo con cara, sino que pertenece a un nivel lógico de 700 millones.

Las medidas a nivel político para defender nuestra civilización no pueden basarse en la empatía que sentimos frente al entrenador sirio zancadilleado por una energúmena húngara o el bebé ahogado en la playa. A veces la única solución para mantener la civilización es un pelotón de soldados, como decía Spengler.

Los únicos culpables de las muertes de estos días son los terroristas con nombre y apellidos; y los responsables, algunos mandatarios con despacho oficial, no sus pueblos.

Occidente solo es el nivel lógico superior donde se guarda el sentimiento de culpa de todos nosotros.

Háganselo mirar algunos.