Lo que le decía a César su esclavo, junto a él en la cuadriga, cuando iba a recibir su corona de laurel, no era «recuerda que eres mortal», sino «recuerda que estuviste en la fiesta del Planeta». Porque aun sabiendo que es un premio literario con poco lugar para la improvisación -y abierta la plica el ganador resultó ser... mi cuñado José María-, allí acude todo quisque a comulgar con ruedas de molino y de paso a beberse el whisky de los Lara. Políticos de estribor y de babor, de acá y de allá, escritores comerciales y escritores puros -algunos incluso miembros de jurado-, empresarios y famosos en general, han aplaudido que el rey va desnudo. A mí, de todos los Lara, quien más me gusta es Larisa Fiodorovna, la Lara de Doctor Zhivago, de cuyo estreno se cumplen ahora cincuenta años, y de la que mis amigos Xan Arias y César Antonio Molina se han sacado un libro extraordinario en la editorial Trifolium. Hay que tener mucho cuidado con las fiestas, porque las carga el diablo. A Pablo Iglesias se la carga el diablo Roures con champán del bueno, que es bebida de casta, y a Ana Mato se las cargaba de Fanta y serpentinas Francisco Correa. Menos mal que aquí en las fiestas, cuando parece que se nos van de las manos, aparecen Tucha y Mucha, y se acabó tanta casta y tanta tontería. Por eso Gayoso cumple mil programas, que si se emitieran todos juntos durarían cuatro meses sin anuncios. Porque Luar no es como el Planeta ni como la fiesta de Roures. Luar es la vida que pasa.