En Venezuela la farsa democrática está alcanzando límites insospechados. Nicolás Maduro, que en lo referente a que el pueblo sea soberano está tan verde como su predecesor Hugo Chávez, se encuentra en plena mascarada de cara a las próximas elecciones del mes de diciembre. Necesita el populista presidente que la presión internacional se atenúe, por lo que considera que la mejor manera para que eso acontezca es excarcelar a decenas de presos políticos, pues eso son por mucho que el Gobierno los tache de vulgares delincuentes, que se encuentran recluidos en las prisiones venezolanas. Esa es la democracia de la que alardea el chavista, y de alguna manera esa es la democracia que quieren para España Pablo Iglesias y demás líderes de Podemos. Entrar en el sistema y acabar con él desde dentro. Saben que les resultará más que difícil, no solo por lo que les vaticinan las últimas encuestas, sino y fundamentalmente por tener que hacer su labor en un país de la Vieja Europa que a pesar de estar pasándolas canutas sus ciudadanos no van a permitir que unos cuantos iluminados les vengan a destrozar una labor comenzada allá por el año 1975. La presión internacional sobre el totalitario Maduro no debe disminuir, sino todo lo contrario. Nuestro pueblo hermano se lo merece tras tanto sufrimiento.