Los genios de la lámpara

Mariluz Ferreiro A MI BOLA

OPINIÓN

05 ago 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Es imposible medirlo. En este mundo sembrado de algoritmos todo se calcula. La competitividad de los países, la desigualdad social, la probabilidad de que alguien se compre un palo para selfies en una web china... ¿Pero qué precio tiene que te concedan asilo en el país de la imaginación durante noventa minutos? ¿Cómo se tasa el subidón de dar una vuelta más en la montaña rusa? ¿Cuánto valen hora y media de Pixar en estado de gracia? Todo un reto para los matemáticos y economistas que reinan en estos tiempos. Porque no se trata de presupuestos y de ingresos de taquilla. Es otra cosa. El descubrimiento siempre asombroso de que no está todo dicho, de que queda algo nuevo que contar. Los genios de la lámpara han iluminado la gran pantalla una vez más. Dibujos. Animados. En el sentido más puro. Viven en la sala, respiran con el alma del cine clásico. Convierten a los adultos en niños y a los niños en adultos.

En Del revés, la última genialidad de Pixar, se abrazan la imaginación de Monstruos S. A. y la conmovedora humanidad de Up. La película coge de la mano al espectador para llevarlo a la cocina de las emociones. Es un viaje alucinante a la mente de una niña de once años. Provoca las cosquillas de la risa y el pellizco del corazón. Contiene las lágrimas de la alegría. Las sonrisas de la tristeza. Las opiniones. Los hechos. El pensamiento abstracto. La ira. Los sueños. Los miedos. Trasciende sin ponerse nunca trascendente.

En el paladar queda un sabor a infancia, la de la protagonista y la de todos. Porque la película es otro bocado a la magdalena de Proust. Aunque la factoría cerrara mañana mismo, la herencia cinematográfica de Pixar es ya impagable.