España camina hacia la insignificancia

Fernando Salgado
Fernando Salgado LA QUILLA

OPINIÓN

28 jul 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

La fotografía que circula por las redes, esa sí, vale más que las 489 palabras de que consta este artículo. En primer plano, un Rajoy sentado y con aire ausente, sumido en indescifrables cavilaciones. Detrás, de pie y en animada charla, Merkel, Hollande, Tsipras y otros mandatarios europeos comentan los términos de la rendición de Grecia. Alguien, deseoso de remarcar el papel del comparsa, trucó la foto y colocó el diario Marca en las manos del presidente. No hacía falta el montaje: la imagen original refleja perfectamente no la soledad del líder, sino la progresiva insignificancia de España en el club europeo y en el concierto de las naciones. Cada vez pintamos menos.

No siempre fue así. Tiempos atrás, Felipe González arrancaba en Bruselas -con la bendición de Helmut Kohl- un Fondo de Cohesión para amortiguar las disparidades en la Unión Europea, los pies de Aznar compartían mesa con los de George Bush y Nicolas Sarkozy le cedía una silla a Zapatero en el G-20. Más recientemente, Josep Borrell presidía el Parlamento Europeo, Javier Solana ejercía de Mister Pesc y engendraba el embrión -pronto abortado- de la política exterior común, Joaquín Almunia vicepresidía la Comisión Europea y José Manuel González-Páramo era uno de los cinco escuderos de Draghi en el comité ejecutivo del BCE. Quizá no servía de mucho, pero las fotos resultaban más lucidas.

¿Y ahora qué? Ahora, nada. El fracaso de la candidatura de Luis de Guindos a la presidencia del Eurogrupo y el establecimiento de relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y Cuba ejemplifican a la perfección nuestro imparable declive. El papel de España en la construcción o deconstrucción de Europa se ha vuelto irrelevante. Y el papel de puente entre el viejo continente y Latinoamérica, que la historia, la sangre y la situación geoestratégica le habían conferido a España, lo han dinamitado entre Aznar y su aventajado discípulo Mariano Rajoy.

Hemos perdido Europa y hemos perdido, por segunda vez, Cuba. Europa, por convertirnos en apéndice de los acreedores en vez de encabezar a los deudores: puestos en la disyuntiva, los primeros optaron por el original -un holandés- antes que por la copia -un español-. Lógico. Y Cuba, por ser más papistas que el papa: en vez de mantener los estrechos lazos que nos unen, como hicieron Franco, Fraga y Juan Pablo II -por citar solo a tres proclives al comunismo-, les enviamos a Ángel Carromero, provisto de carné de Nuevas Generaciones pero sin carné de conducir, a financiar la disidencia. Ojo clínico de nuestros estadistas.

Y ahí reside el problema. En vez de estadistas y diplomáticos, solo disponemos de rajoys y margallos preocupados de su ombligo electoral doméstico. Y por eso confunden Grecia, o Venezuela, o Cuba con Tsipras, Podemos o Fidel Castro. Ya lo dijo el presidente de la Comisión Europea: Rajoy no quería negociar la quita de la deuda griega «porque tenía elecciones». Seguramente en eso pensaba el solitario de la fotografía.