Acababan de constituir un comité de cooperación permanente entre la Diputación y el Ayuntamiento de Ourense, pero al presidente de la corporación provincial y del PP ourensano le faltó tiempo para provocar la primera crisis en el recién estrenado equipo del alcalde Jesús Vázquez. Forzó al portavoz del gobierno municipal a elegir entre la concejalía y su puesto de trabajo como director del Centro Cultural de la Diputación. Y eso que había afirmado que Vázquez tendría «liberdade absoluta» para elaborar su lista y se publicó que la candidatura había sido consensuada.
A saber qué habría ocurrido si no existiese tanta sintonía entre alcalde y presidente provincial del PP y tan alto nivel de cooperación entre las dos instituciones, gobernadas por el mismo partido. Si las relaciones no fuesen tan buenas cabría pensar que Baltar no se había enterado hasta ahora de que Francisco González era una de las piezas clave en el equipo de Jesús Vázquez.
Pero si, como parece lógico en medio de tanta armonía, Baltar conocía las intenciones del aspirante a alcalde, habría que deducir que estaba convencido de que Vázquez no lograría el objetivo de recuperar la alcaldía para el PP. Al fin y al cabo la iniciativa había sido de Feijoo.
Así que, o bien la gresca entre boinas y birretes no estaba muerta y enterrada, o el presidente de la Diputación y del PP ourensano tiene una forma muy particular de entender la cooperación institucional que tanto pregona, el apoyo a sus compañeros de partido y el reconocimiento a la lealtad de una persona que lleva décadas entregando lo mejor de sí a esa misma Diputación.