La confianza de los ciudadanos es lo último que los gestores públicos pueden permitirse el lujo de perder. Sin embargo, la crisis del agua de Ferrol ha revelado que, una vez más, es la primera víctima cuando en situaciones comprometidas se teme más a la supuesta alarma social que a los posibles daños, por menores que sean. La primera duda que asalta a muchas personas es cómo es posible que pasen 19 días desde que se detectan riesgos para la salud hasta que se toman medidas. ¿Habrá pasado más veces y nadie dijo nada para ahorrarnos un susto?, se preguntan algunos. Otra duda es si habrá a quien le puede más el instinto de sacar ventaja política que la obligación de resolver la crisis. ¿Qué criterio se siguió para tomar una muestra en un despacho de la Xunta?, se barrunta todavía. Aquí alguien hizo agua. Parece claro.