Podemos bajo control

Carlos G. Reigosa
Carlos G. Reigosa QUERIDO MUNDO

OPINIÓN

20 jul 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Comprendí en su día el esfuerzo de Pablo Iglesias por diferenciar y distanciar a Hugo Chávez de Nicolás Maduro. Cuando murió Chávez, el ahora líder de Podemos proclamó conmovido (véase en YouTube): «Hoy los demócratas hemos perdido a uno de los nuestros». No hace mucho, sin embargo, reconoció que en el país de Maduro «la corrupción es escandalosa» y que «evidentemente no quiero para España el modelo de Venezuela». Le respondió entonces Orlando Romero, analista político de RNV (Radio Nacional de Venezuela) y lo acusó de «despotricar y negar como Judas cualquier relación con el régimen bolivariano». Y subrayó que Pablo Iglesias estaba asesorado por «Monedero, un intelectual que ha hecho bastante pantalla en el proceso bolivariano».

Pero el líder de Podemos, que es listo y rápido de reflejos, ya había encontrado una solución salomónica: defender a Chávez y distanciarse de Maduro, como si hubiese una gran diferencia entre ambos. O, aún más, como si Maduro se hubiese desviado de la senda de grandes aciertos trazada por su predecesor. Así mantenía liberada su declarada admiración por Hugo Chávez del supuestamente indefendible descarrío político actual.

Parecía claro entonces que Iglesias era un chavista que había descubierto lo poco rentable que era reconocerlo. Por ello se dedicó a sortear como mejor pudo la insistencia de la gente de recordarle sus propias palabras de no hacía tanto. Y empezó a hablar de Olof Palme, de Syriza y de sus soluciones para España, sin desvelarlas nunca del todo, como si quisiese entretenernos con un largo proceso de elaboraciones y conclusiones.

Tal vez Pablo Iglesias ya había caído del guindo de sus purezas ideológicas para enfangarse en una realidad que requería de soluciones diversas, aunque siempre bajo su liderazgo. Ahora ya sabe -lo dijo Aristóteles- que «la única verdad es la realidad», y que la realidad es eso que no desaparece ni siquiera cuando uno deja de creer en ella.

Ganivet advirtió que «no hay cerebro ni corazón que se sostenga en el aire; ni hay idealismo que subsista sin apoyarse en el esqueleto de la realidad, que es, en último término, la fuerza». Iglesias está en ello, apuntalando su férreo control en Podemos.