Maná jacobeo

Ignacio Carballo González
Ignacio Carballo VOZ EN OFF

OPINIÓN

08 jul 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Después de casi cinco lustros de éxitos, conviene hacer un alto en el Camino. De récord en récord tras la invención del Xacobeo que en 1993 relanzó la tradición medieval reconvertida en producto turístico de una potencia como pocos, es inaplazable apearse del discurso triunfalista y facilón, alimentado por el autoengaño del inagotable maná, para situar al verdadero protagonista, el peregrino, en el centro de este relato que, paso a paso, va pareciéndose al de la gallina de los huevos de oro.

Julián Rubio, ciclista que llegó por la Vía de la Plata, recogió ayer la compostela cien mil de lo que va del 2015, otro hito y no menor, porque por primera vez un año que no es santo puede sumar más peregrinos que el mejor Xacobeo, el del 2010, cuando llegaron 272.000. A su paso, sobre todo en el masificado Camino Francés -la reciente declaración del Primitivo y Norte como patrimonio de la humanidad ayudará a diversificar-, emergen todo tipo de recursos, en su inmensa mayoría privados, obligados a mimar a esta clientela segura. Sin embargo, ¿qué les estamos ofreciendo para reforzar la satisfacción de la íntima experiencia personal? Muy poco, casi nada. Ni siquiera al llegar a Santiago, donde hasta el próximo año no tendrán un centro de acogida.

Medidas para mejorar la seguridad frente a salteadores que, no más que en otros lugares, también merodean por las rutas jacobeas; atención esmerada en la red de albergues públicos y en los alojamientos privados; seguridad vial en los puntos negros de las carreteras donde los caminantes se juegan la vida cuando pasos elevados o subterráneos que no van a arruinar a Fomento podrían resolver el problema... Empecemos por ahí, para no matar la gallina de los huevos de oro.