La chulería de los de Syriza

OPINIÓN

06 jul 2015 . Actualizado a las 08:53 h.

Lo que está pasando en Grecia tiene una relevancia que va más allá de la victoria del no en el referendo de ayer. Su celebración ha sido un reto a la UE y un mensaje para fuerzas políticas de los Estados miembros. Por fin, un Gobierno se levanta contra la troika de la que aquella forma parte. Lo saben los dirigentes de Syriza y lo que es más significativo, no solo no lo ocultan, sino que desde el comienzo de las negociaciones han mostrado una chulería clamorosa. El ya popular Varufakis no ha ahorrado calificativos de mafiosos y nazis a las partes con las que negocia. Cómo es posible una actitud tan prepotente y descalificadora cuando se quiere conseguir una reducción de las obligaciones contraídas por sus antecesores en el Gobierno, cualquiera que sea la valoración. Syriza puede negociar con firmeza esgrimiendo que otro Gobierno reconoció que se había engañado a Bruselas en las cifras suministradas, que la deuda es insostenible como acaba de reconocer su enemigo natural, el FMI, a pesar de los recortes impuestos, paisaje asumido en las novelas de Márkaris y su comisario Jaritos. Todo eso constituía un argumento para negociar, a sabiendas del interés europeo sobre la permanencia de Grecia en el euro y de su importancia geoestratégica. En cambio, se ha permitido chulear a la UE con habilidosas fintas, culminadas con cubrirse bajo el capote democrático del pueblo para presionar, sin pedir disculpas por el agravio que supone para otros Estados. Por qué esa actitud.

Descansa en la convicción de que se ha producido un cambio profundo en la sociedad respecto de los cauces establecidos para su representación política. Los partidos tradicionales, Pasok y Nueva Democracia, se sometieron a los dictados tecnocráticos de Bruselas sin que haya progresado la percepción personal de su beneficio. Sobre esa desesperanza se ha montado Syriza, con un populismo que ventea la ausencia de sensibilidad de los acreedores y la prepotencia de la tecnoestructura comunitaria. Más aún, se atreve a reconvenir a la UE su espíritu fundacional. Se presenta como faro que ha de iluminar a otros Estados. Algo de eso parece adivinarse si se constatan las adhesiones que está recibiendo esa calculada audacia del nuevo David. No es una tesis parcial reconocer la sintonía de Podemos en nuestro país, hasta en la arrogancia con que ha tratado a Izquierda Unida o en la pretensión de liderar las emergentes plataformas políticas.

Syriza se ha aprovechado del sentimiento popular, de errores e incluso deficiencias estructurales del sistema, que han de reconocerse. No le ha importado unirse con la ultraderecha nacionalista y Amanecer Dorado. Como tampoco a su homólogo español pactar con un PSOE al que ningunea.

Grecia no se librará de recortes, aunque de momento, con la victoria del no, Tsipras salve la cara. En adelante será más difícil ejercer la presión de ahora. Syriza es una alerta no despreciable. Para la sociedad española, que ha hecho ya un largo recorrido, podría servir de preventiva vacuna.