Templanza

Carlos Agulló Leal
Carlos Agulló EL CHAFLÁN

OPINIÓN

19 jun 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

La emoción nos lleva a la hipérbole. No hay más que ver lo que sucede con el fútbol: somos capaces de recitar una alineación del pasado como si se tratase de los Diez Mandamientos. Una simple victoria en el terreno de juego se convierte en una hazaña de la dimensión de la mismísima batalla de Lepanto. Pero ya hemos visto que la desmesura verbal provocada por el entusiasmo triunfa también en el terreno político.

Es comprensible la emoción con la que algunos ciudadanos vivieron esos gestos simbólicos de alcaldes de las mareas que ofrecieron los bastones de mando al pueblo que los aclamó tras sus tomas de posesión. También lo es el espíritu de camaradería que contagiaron regidores que asumieron el cargo con la camisa de fuera y sin la rigidez de un nudo al cuello. Lo que ya no parece tan cabal es convertir esos guiños en la ofrenda inaugural de la democracia. «Hoy comienza la primavera democrática», se escuchó en algún discurso. Y la réplica de una entusiasta seguidora: «Por fin la izquierda gobierna en esta ciudad».

Pues ni una cosa ni la otra. Regidores como Noriega, Ferreiro o Suárez, y muchísimos de sus seguidores, nacieron con la dictadura ya muerta o agonizando. Pero ellos, que tienen cultura y memoria, saben que, en todo caso, la primavera democrática en los ayuntamientos comenzó en el año 1979. Entonces, sus padres políticos, cultivando la difícil disciplina del pacto, ya gobernaron. Y aquellos contribuyeron a iniciar un camino que en esta vuelta ha llevado a estos al gobierno. Una buena parte de la sociedad expresó ahora su anhelo de renovar, regenerar, ventilar, reconstituir, fortalecer la democracia. Pero seamos templados: la democracia no nació el 24M.