La sociedad ha mirado hacia la izquierda. O cuando menos se ha alejado de las abrumadoras mayorías absolutas que hace apenas cuatro años le había concedido a la derecha. Y el partido principal de la derecha española que se había radicalizado, y de qué manera, busca ahora la centralidad.
En esta búsqueda podría haber iniciado un proceso de reflexión, y asumir que las políticas desarrolladas por el Gobierno Rajoy le condujeron a esta situación. Hagan memoria: las políticas educativas de Wert y Gomendio, la incautación de la Televisión Española, los enredos en el Consejo del Poder Judicial y en la judicatura, las tasas judiciales, la reforma de la ley del aborto del ministro Gallardón, las subidas de impuestos de Montoro, la amnistía fiscal, la devaluación interna y el empobrecimiento, la reforma laboral y el paro o el subempleo, y un suma y sigue en el que no ha faltado la prepotencia y comportamientos corruptos demasiado generalizados, mientras se dejaron sin resolver problemas graves de nuestro marco constitucional e institucional. Sin embargo, la búsqueda de la centralidad en el Partido Popular ha tomado un camino tortuoso. Pretenden mantener todas sus políticas y encontrar la centralidad desplazando al Partido Socialista hacia la radicalidad. Así, se lanzan en tromba a predicar que los socialistas de Pedro Sánchez son el paradigma de lo radical, colaboradores de la marca blanca del chavismo, y del independentismo de Mas y asociados. Y no sorprende, esa ha sido la estrategia del Partido Popular en estos años. Lo que no explica la absurda declaración de Pedro Sánchez equiparando al Partido Popular con Bildu en su estrategia de imposibles pactos de gobierno.
Sin embargo, esta búsqueda de la centralidad de los populares intentando que la sociedad asuma que los radicales son los socialistas se compadece mal con la prédica de un futuro pacto necesario entre populares y socialistas para centrar España y resolver los problemas aplazados. Pacto que provoca la sonrisa, o abochorna, cuando lo formula Esperanza Aguirre clamando «todos contra Manuela Carmena», que en versión gallega se replica en el fino discurso del presidente Louzán, del PP de Pontevedra, pero en sentido contrario, con un «todos contra el PSOE». Y no porque Louzán no tenga derecho a pactar con quien desee y se deje, sino por encontrar la centralidad de la mano del BNG, en contra del PSOE. Cuando lo que pretenden, Aguirre y Louzán, es no perder el poder.
La construcción de pactos y mayorías en los gobiernos municipales y autonómicos será una pieza de influencia decisiva en los resultados de las próximas elecciones generales. Porque la centralidad, o el radicalismo, que desean los ciudadanos se encuentra sobre todo en la forma de hacer política, donde la arrogancia, la prepotencia y desde luego la corrupción o las corruptelas no tengan cabida. O lo que es lo mismo: pactos sin cambalache. A derecha e izquierda.