Lo sentenció hace más de un mes Enric Juliana: «Mucha gente está en casa con la papeleta entre los dientes».
Y al final, esa gente que llevaba semanas con su voto afilado entre los incisivos, salió el domingo de casa resuelta a propinar en el trasero de su alcalde o candidato popular una patada a Rajoy, que todavía no está a tiro (¿o sí?, que diría el presidente), pero lo estará.
Al PP le ha fallado la comunicación (su tara congénita) y en cambio le han sobrado esos asesores alienígenas que ningunearon el poder de la indignación porque no cotiza en el Ibex 35. Si los ufólogos de la asesoría leyesen a Homero -en fin, si leyesen algo que no lleve la palabra dosier en la portada-, tal vez descubrirían que la venganza es, después del núcleo atómico, una de las mayores fuentes de energía que maneja el ser humano.
El votante llevaba su papeleta entre los dientes por las preferentes, por la reforma laboral, por el paro o por las tarjetas black. Y contra eso de nada sirven el 3 % del PIB o las curvas de la macroeconomía. Porque, como bien sabía Rocco Siffredi, entre lo macro y lo micro media una enorme distancia.