Decía Gonzalo Torrente Ballester que «el mito es absolutamente necesario y es cíclico. Se mitifica algo durante un tiempo y, al período siguiente, se desmitifica». Es una de las conclusiones de su magna novela La saga/fuga de JB. Algo que él llamaba «la remitificación», es decir, la sustitución de un proceso de mitificación por otro. Creo que algo así está sucediendo ahora entre nosotros respecto del período constitucional que empezó en 1978. Frente a quienes sin duda lo hemos elogiado aparecen ahora los que quieren demolerlo y sustituirlo por algo aún muy inciertamente formulado, cumpliendo así la ley del ciclo. En nuestro caso, el escritor ferrolano relacionaba la forma de producirse esta evolución cíclica con la realidad -que tenía por incontestable- de que «España es un país sin educar». Y esto lo atribuía al hecho observable y probado de que no ha existido ente nosotros ningún sistema de Gobierno que se haya decidido a «emprender la tarea fundamental del pueblo español, que es la educación». Una educación que sea realmente cívica y capaz de llevarnos «desde la cultura a la convivencia». Su ausencia, hoy como ayer, es algo grave. Porque la ignorancia es mala desmitificadora y peor remitificadora. Y esta crítica alcanza casi por igual a todos los planificadores de nuestra educación. ¿Por qué casi nadie se ha tomado en serio algo que es tan importante? Por simple desidia, tal vez. O por no entender la grandeza de la cuestión. Algo que sí había entendido Confucio hace unos 2.500 años, cuando dijo que «donde hay educación no hay distinción de clases» y probablemente los ciclos de la desmitificación y la creación de nuevos mitos no suponen un peligro para la estabilidad general y para la convivencia.Cuesta creer que, en asuntos de tanta trascendencia, haya habido tan poco entendimiento entre el Partido Popular y el PSOE.
Y lo peor es que el futuro no tiene mejor traza. Aquí cada uno tiene sus intereses partidarios y los maneja con un descaro y una torpeza sin límites. De modo que, a la postre, se descubre el merengue: queda a la vista que hoy la educación no es el noble fin último sino un modo de favorecer otros intereses.