La Iglesia de los pobres

OPINIÓN

04 may 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Por fin puede decirse que el talante del papa Francisco ha llegado a la Conferencia Episcopal Española. El documento sobre la crisis así lo evidencia. Es un texto valiente, lúcido y muy clarito. Los obispos recuerdan dos textos bien duros, uno de la Biblia («He visto la opresión de mi pueblo en Egipto y he oído sus quejas») y otro de san Gregorio Magno («Cuando suministramos algunas cosas necesarias a los indigentes, les devolvemos lo que es suyo, no damos generosamente de lo nuestro: satisfacemos una obra de justicia, más que hacer una obra de misericordia»). Piden perdón «por los momentos en que no hemos sabido responder con prontitud a los clamores de los más frágiles y necesitados. No estáis solos. Estamos con vosotros; juntos en el dolor y en la esperanza; juntos en el esfuerzo comunitario por superar esta situación difícil».

Critican de manera especial el paro que afecta a los jóvenes; y no se olvidan de la corrupción, que consideran producto de la codicia financiera y la avaricia personal: «El enriquecimiento ilícito que supone constituye una seria afrenta para los que están sufriendo las estrecheces derivadas de la crisis; esos abusos quiebran gravemente la solidaridad y siembran la desconfianza social. Es una conducta éticamente reprobable, y un grave pecado».

Afirman que la pobreza no es consecuencia de un fatalismo inexorable, que tiene responsables, que «detrás de ella hay mecanismos económicos, financieros, sociales, políticos; nacionales e internacionales». Los obispos españoles insisten en que «un orden económico establecido exclusivamente sobre el afán del lucro y las ansias desmedidas de dinero, sin consideración a las verdaderas necesidades del hombre, está aquejado de desequilibrios que las crisis recurrentes ponen de manifiesto. El hombre no puede ser considerado como un simple consumidor, capaz de alimentar con su voracidad creciente los intereses de una economía deshumanizada». A lo que añaden: «La acumulación de los bienes en pocas manos es una grave injusticia, pues la propiedad privada está orientada al bien común». Todo un programa de acción para recuperar una economía basada en la ética, para afrontar el reto de una economía inclusiva, que necesita una actitud de conversión y una espiritualidad que impulse al bien común.