Auschwitz

Mariluz Ferreiro A MI BOLA

OPINIÓN

28 ene 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Auschwitz es una de esas heridas de la humanidad que nunca debe cicatrizar. Las imágenes de los actos del aniversario son conmovedoras. Las otras, las antiguas, las que muchos pretenden negar, no pueden explicarse. Solo pueden sentirse.

Auschwitz es la muerte en cadena. Una fábrica que ejecuta con precisión lo peor del ser humano. Quien haya visitado un campo de concentración habrá sentido una tristeza diferente. El vacío. Notando, de repente, los pasos perdidos de millones de personas. Pensando en los verdugos y en sus almas extirpadas. En los delatores que convertían a familias en piezas de caza. Y en los testigos mudos, los que siguieron con su vida dejando que la muerte pasara a su lado, saludándolos desde los trenes, despidiéndose con humo y cenizas.

Los recorridos por estos templos de exterminio siempre se empapan de silencio. Un silencio pesado que golpea como una ola. Porque, ¿qué más se puede decir?

Sin duda, ahora es un buen momento para recordar ese horror. Y hacerlo sin anestesia. Buceando en la abyección sin oxígeno. No solo por las cifras redondas que perfilan los calendarios de los efemérides. No únicamente por el pasado. También por el presente. Porque hay un país europeo en el que una de las papeletas que descansaba sobre las mesas electorales lucía una cruz gamada retocada. Porque algún taxista cuestiona los muertos del Holocausto diciendo que, «bueno, igual solo un millón de víctimas». Porque hay más de un lugar en el que los bárbaros extienden la Edad Media. Porque ninguna desesperación tiene que desesperar hasta el nazismo.