La cercanía del papa Francisco

OPINIÓN

27 ene 2015 . Actualizado a las 04:48 h.

Unas declaraciones del papa Francisco a periodistas que viajaban con él en el avión que le llevó al Extremo Oriente han sido noticia que ha recorrido el mundo, para crítica de unos y desconcierto de otros. Para entenderlas convendría recordar su manera de ser, su personalidad. Desde el comienzo ha hecho gestos que revelan su predisposición por ser cercano. Quedarse a vivir en una residencia y no en los apartamentos pontificios fue una muestra. No es tanto cuestión de austeridad, como de cercanía. Aquellos son notoriamente más incómodos para la vida ordinaria. Las imponentes estancias vaticanas quedan para cumplir con obligaciones protocolarias. El gesto de ir a pagar, como cualquier usuario, la factura de la residencia donde se había hospedado antes de ser elegido papa, es otra muestra. No es necesario abundar en ellas. En escritos, alocuciones y viajes ha manifestado especial preocupación por lo que llama «periferias sociales» de todo tipo. Últimamente en Filipinas, con emoción evidente en el encuentro con niños y pobreza. En ese sentido su voz golpea en las conciencias. Pone en primer plano una realidad que no puede esconderse bajo las grandes cifras que revelan un real desarrollo económico en el conjunto del planeta Tierra. Durante la crisis económica con la que se está luchando, también es una realidad que se han acentuado las diferencias entre los que más tienen y los que menos poseen. Lo expuso con crudeza ante el Parlamento Europeo, con general aplauso, aunque se presuma desigual intensidad. Otras afirmaciones, dichas con no menor claridad, como la relativa al derecho a la vida, no tuvieron el mismo respaldo. La cuestión es que el discurso ha de ser entendido en su totalidad. No puede estarse de acuerdo con las páginas pares y saltarse las impares. El cristianismo, que el papa tiene la responsabilidad de representar, no se reduce a una ONG, aunque las propicie y sea un lugar de encuentro con quienes no lo vivan. Las controvertidas palabras del papa Francisco son otra muestra de esa buscada cercanía, aplaudida con unanimidad y a veces con una intencionalidad no exenta de injusticia en sus comparaciones. Pronunciadas en un ambiente coloquial, usando palabras, como él reconoce, de la calle para hacerse más asequible. Un modo porteño de hablar inconfundible que puede desorientar cuando se dice a los curas que han de ser «callejeros». Las dichas en esas tertulias aéreas han de ser entendidas en todo el contexto. Lo fundamental, en relación con los atentados en Francia, fue la condena rotunda de lo acaecido: no se puede matar, la religión no es una coartada. En cuanto a que para ser buen católico no es necesario tener hijos como conejos, lo fundamental es que el matrimonio debe estar abierto a la vida, lo que implica responsabilidad. Para deshacer malos entendidos el propio papa Francisco, afectado por ellos, ha aclarado lo que dijo, con referencia expresa a la encíclica de Pablo VI y elogio a las familias numerosas.