El terrorismo yihadista, un problema global

Yashmina Shawki
Yashmina Shawki CUARTO CRECIENTE

OPINIÓN

19 ene 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Uno de los muchos riesgos que conlleva la lucha contra el terrorismo yihadista es incurrir en el ejercicio a la violencia obligados por su falta de miedo a la muerte.

La asunción de que morir defendiendo su causa es la vía directa de acceso al paraíso nos coloca, inevitablemente, en una posición imposible: matar o dejarnos matar. Y esta disyuntiva se ve agravada por los serios recortes a la libertad e intimidad de las personas que probablemente se aplicarán con el fin de poder controlar el movimiento de los presuntos asesinos y prevenir cualquier actuación criminal, tal y como ha ocurrido el pasado jueves en Bruselas. Pero, una vez inmersos en esta lucha, no queda otra que enfrentarnos de verdad contra el horror que ataca nuestra forma de vida y nuestra civilización porque ya no es suficiente con seguir capeando el temporal esperando que este amaine.

Y es que, aunque no quisiéramos darnos cuenta, el terrorismo islamista no es un fenómeno reciente. Los atentados perpetrados por fanáticos llevan produciéndose, prácticamente, desde mediados del siglo pasado, aunque inicialmente fueran en territorio «musulmán» o, por lo menos, no occidental. Precursores, el brazo armado de los Hermanos Musulmanes, quienes asesinaron al primer ministro egipcio Nokrashi en 1948.

Enfrentados a la cruda realidad de que ahora han hecho de Occidente su territorio de caza particular, solo queda ver si los Gobiernos son capaces de elaborar una estrategia conjunta, cooperar para ponerla en marcha y llevarla a cabo sin flaquear, influenciados por las políticas internas. Porque, queramos o no, el terrorismo islamista es un problema global que debe ser afrontado ya de forma conjunta, serena pero implacable.