Los hermanos Kouachi, en su huida después de perpetrar la masacre en la redacción de Charlie Hebdo, chocaron y tuvieron que abandonar su coche. Robaron otro para escapar de la policía, pero olvidaron en el primero un carné y el cargador de un Kalashnikov. Con este acto fallido, que como todo acto fallido es el más acertado desde la intencionalidad inconsciente, garantizaban aún más lo que posteriormente declararon a algunos periodistas antes de ser abatidos: querían ser mártires. Querían morir para inmortalizarse.
Los actos terroristas protagonizados por los hermanos Kouachi y por Amedy Coulibaly son la expresión de la puesta en acto de la pulsión de muerte en su vertiente más radical, porque al exterminio de los considerados blasfemos e infieles se une la inmolación. Aunque formalmente no parezcan ataques suicidas, realmente sí lo eran. Se trataba del sacrificio de la vida, propia y ajena, a un Dios oscuro.
Se podría pensar que el laicismo creciente en las sociedades democráticas occidentales tiene como contrapartida el fundamentalismo religioso (sobre todo bajo la forma del islamismo radical). Podríamos pensar que frente al declive del padre, del padre Dios, en nuestra civilización, asistimos al reforzamiento del mandato religioso en otras áreas del planeta, incluidos Estados árabes de tradición laica en su historia reciente. La sociedad occidental critica el fanatismo religioso islamista, de corte medieval, y los islamistas radicales critican a la civilización occidental su degradación moral y de costumbres. Desde este punto de vista, tendríamos que concluir que el choque de civilizaciones, retomando la expresión de Samuel Huntington, es inevitable. Pero sería un error.
El padre civilizador, en su versión religiosa o laica, es el padre que limita y que protege a su hijo de lo peor. El dios civilizador nunca permite matar, ni ordena morir, en su nombre. No es el Dios de Abraham que ordena el sacrificio del hijo, para probar la fe. No es tampoco el Dios que contempla la posibilidad de que una guerra sea santa. Quien mata y muere en nombre del padre, no tiene padre.