Otra vez Grecia, la historia de nunca acabar. De momento, su nueva crisis les ha costado dinero a gran parte de los ciudadanos europeos, por supuesto a los españoles, que tienen sus ahorros en Bolsa. Van dos días de pérdidas que les amargan este final de año. Y todo, porque el presidente heleno ha sido incapaz de formar mayoría, está obligado a adelantar elecciones y en esas elecciones sale como favorito el partido Syriza, que muchos diarios califican como el Podemos griego. Con ello, se ha puesto en circulación el fantasma del populismo del Sur de Europa, que se presenta como nuevo enemigo de la política económica comunitaria. El siguiente paso del populismo hacia el poder se podría producir en España. Grecia anima la invocación del voto del miedo.
El escenario que se abre en Grecia es fascinante. Vamos a asistir a una singular batalla entre los mercados y la política pura. Dicho en términos más convencionales, quizá también más realistas, una apasionante batalla entre la ortodoxia triunfante de Merkel y la Comisión Europea y la sociedad maltratada por esa política. Saber cómo se plantea esa pugna y quién la gana es, sin duda, la incógnita política más intrigante de los últimos tiempos. Y lo que está en juego no es solo el Gobierno de una nación. Es todo esto: saber si gana la sociedad más conformista con las políticas de austeridad; saber si Syriza dulcifica sus exigencias a medida que se aproxima al poder o lo conquista; descubrir cómo reaccionan los poderes económicos (los mercados) ante una hipotética victoria de la nueva izquierda, o asistir al espectáculo de la formación de una mayoría medianamente estable a partir del 28 por 100 de los votos que las encuestas atribuyen a Syriza.
Para nuestro país, es un asunto prácticamente interno. Miraremos a Grecia pensando en Podemos, como hemos mirado al referendo de Escocia pensando en Cataluña. Es gran verdad aquello tan repetido de que «España no es Grecia». No es comparable la incidencia de la crisis, ni el retrato de un país rescatado, ni el clima social, ni la estabilidad política, ni siquiera el cumplimiento de las obligaciones fiscales. Pero hay, en cambio, un gran parecido: la oferta política alternativa. Syriza y Podemos son semejantes. El porcentaje de intención de voto que muestran las encuestas, prácticamente idéntico. Sus respectivos líderes mantienen una relación fluida. Y me gustaría transmitir un leve mensaje de serenidad extraído de un artículo del propio Pablo Iglesias: «El margen de acción en el actual e ineludible marco de la Unión es pequeño». Aquí ya no caben movimientos para cambiar el orden de las cosas. Manda la Unión. Fuera de ella solo existe el caos. La revolución tiene que esperar.