Masacre en las aulas de Peshawar

Yashmina Shawki
Yashmina Shawki CUARTO CRECIENTE

OPINIÓN

17 dic 2014 . Actualizado a las 05:00 h.

No me cabe la más mínima duda de su convicción de estar en posesión de verdad, de que iban a cumplir una misión divina y que en ella perderían la vida, eso sí, no sin antes cometer una masacre. Su objetivo era infligir el mayor dolor posible a quienes consideran sus enemigos, los que les persiguen sin tregua a ellos y a sus familias: los militares. Y lo han logrado, vaya si lo han hecho. Para ello han segado la vida de 148 personas, de las cuales 132 eran niños de entre 7 y 17 años que se encontraban en una escuela gestionada por los militares en Peshawar, en el noroeste de Pakistán. Y es que, para los talibán todas, estas personas merecían morir; unas por impartir educación y otras por recibirla, una educación ajena a sus directrices, es decir, una que va más allá de memorizar el Corán sin entender lo que dice, porque está escrito en árabe y los alumnos solo hablan el urdu. Una clara venganza por una ofensiva militar llevada a cabo en la región del Waziristán del norte, el nido de las serpientes talibán.

Pero esta actuación que recuerda al funesto ataque a una escuela rusa de Beslan, en el 2004, llevado a cabo por rebeldes chechenos, debe enmarcarse, además de en la lucha contra los talibanes, en la batalla política pakistaní. Porque, si algo ha caracterizado la política de los últimos años, han sido las sucesivas denuncias de manipulación electoral y la eliminación física de los rivales. Así, esta masacre es una forma de presionar al Gobierno de Sharif para que atienda las llamadas a la negociación que su rival político Imran Khan le está haciendo para acabar con el conflicto talibán. Triste que, una vez más, los niños hayan sido las víctimas inocentes de la guerra que los adultos no han sabido evitar.