De mayo del 68 a hoy

Carlos G. Reigosa
Carlos G. Reigosa QUERIDO MUNDO

OPINIÓN

15 dic 2014 . Actualizado a las 05:00 h.

Basta pegar la oreja para descubrir que están volviendo algunas frases y algunas formas del casi olvidado mayo del 68. «Seamos realistas, pidamos lo imposible», coreaba entonces una juventud en abierta rebeldía. ¿Acaso no se oye ahora lo mismo o algo muy parecido? «Prohibido prohibir». «Todo es posible». «La imaginación al poder». «El aburrimiento es contrarrevolucionario». «No le pongas parches, la estructura está podrida»? La palabra era entonces la persuasión en su más alto grado, era la atracción en sí misma, era la seducción ensimismada. Fue hace casi medio siglo, pero también fue ayer. Porque todas las revueltas juveniles tienen en común un lenguaje contestatario.

Nadie quiere identificarse ahora con aquel mayo solo aparentemente derrotado. Nadie quiere admitir que está empuñando hoy las mismas banderas, entonces engañosamente destronadas. Nadie se quiere reconocer en aquel final agónico y al cabo ilusoriamente sometido. Porque se sigue haciendo una lectura equivocada de una protesta que en realidad triunfó en donde se triunfa de verdad: ¡en nuestros corazones! Y por eso el mundo -a pesar de todos los pasos desandados- nunca volvió a ser igual.

Voy por la calle con el oído atento y, por primera vez después de 46 años, oigo viejas frases de mayo del 68, que hoy ya casi nadie sabe viejas.

Frases que reivindican la vida, los sueños, las libertades, la justicia social, el eros-amor y una civilización liberadora. Y oigo la voz arrebatadamente juvenil de Rudi Dutschke y la aún más joven -a pesar de su edad tardía- de Herbert Marcuse. Y me pregunto qué fue de todo aquello y si algo de lo que ahora escuchamos tiene que ver con lo que entonces sucedió.

La respuesta no es fácil. Mucho de lo que hoy se oye es infinitamente más viejo que lo de entonces, pero quizá es más realista. Los de aquel mayo decían: «Sé realista, pide lo imposible», pero ellos no eran realistas y, sin sentido práctico, permitieron que les descalabraran sueños vitalmente relevantes.

Sin embargo, no los dejaron morir. Esos sueños se convirtieron en himnos o canciones y pervivieron en nuestros espíritus como faros de una esperanza en espera. ¿Acaso ha llegado su hora? ¿O lo que se oye son solo ecos del pasado?