Despistes

Mariluz Ferreiro A MI BOLA

OPINIÓN

10 dic 2014 . Actualizado a las 05:00 h.

Es un alivio poder pagar «de forma inmediata» 600.000 euros. Que levante la mano el que no pueda. Y también hay que tener cierto pedigrí para que a una se le aplique la llamada doctrina Botín. Lo de los 600.000 euros casi instantáneos vienen a confirmar esos informes de la OCDE que dicen que la brecha entre ricos y pobres se ha ensanchado en España como en ningún otro país civilizado. Ahora la brecha más bien es el Cañón del Colorado. Existe un precipicio económico, pero el drama se multiplica si los ciudadanos perciben también que en la sociedad hay dos grupos separados por una especie de precipicio judicial.

Hay que rascar bien los bolsillos del pantalón. ¿Quién no dispondría de más de medio millón para pagar un despiste? Últimamente todo son despistes y casualidades. La infanta no sabía, por ejemplo, que se alquilaba a sí misma el palacete de Pedralbes. Cuando Ana Mato despertó, el Jaguar todavía estaba allí. Cuando los consejeros y directivos de Bankia pestañearon, las tarjetas black ya estaban aquí, nacidas en sus carteras por generación espontánea. Y, cuando los ultras del Atlético y del Deportivo paseaban tranquilamente a orillas del Manzanares con palos y barras, se cruzaron por uno de esos terribles azares de la vida.

Los descuidos también ocurren en el Congreso. Pedro Sánchez, por ejemplo, no sabía lo que estaba haciendo cuando votó a favor de la reforma del artículo 135 de la Constitución. Y políticos y deportistas padecen olvidos a diario relacionados con cuentas suizas y andorranas.

Quizás todos ellos crean que el ciudadano se resignará como si fuera Jesucristo crucificado: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen». Pero el desfile de hijos pródigos tiene un límite.