Que viene el lobo

Tomás García Morán
Tomás G. Morán LEJANO OESTE

OPINIÓN

03 nov 2014 . Actualizado a las 13:37 h.

Las encuestas que pronostican la victoria de Podemos tienen una importancia relativa por dos razones: llevan docenas de imputados de retraso y se enfrentan a un escenario inédito, en el que los sociólogos tendrán que aprender a cocinar los datos de intención directa de voto en un nuevo esquema con tres grandes fuerzas políticas. También es probable que las bolsas de voto oculto de PSOE y sobre todo PP estén en máximos históricos. Y, si pensamos en manos negras, los datos no benefician a Podemos, puesto que muchos planean votarlos para castigar, no para que gobiernen. Ojo, parecen decir las encuestas, que el lobo viene de verdad.

De estos sondeos lo importante no es el dato, sino la tendencia y la velocidad. Y la constatación de que Podemos pesca en todos los caladeros. También en el del PP. Iglesias, Monedero y Errejón lo saben desde hace semanas y por eso han dejado de hablar de derecha e izquierda y ya solo se refieren a ellos y nosotros, los de enfrente. Iglesias hasta se ha quitado el piercing. Podemos ha acertado en el diagnóstico y en la fórmula para comunicarlo. La casta, las puertas giratorias... Pero tiene una gran asignatura pendiente, diseñar un programa económico que no ponga los pelos de punta incluso a muchos de sus potenciales votantes. En eso está el catedrático en la Universidad de Baltimore Vicenç Navarro, y ahí residirá una de las claves, que los politólogos no balbuceen ideas utópicas en televisión.

Para acabar de poner al sistema contra las cuerdas, Podemos guarda un as en la manga: Cataluña. Aunque no se han pronunciado, y no lo harán hasta que el triunvirato se haga oficialmente con la dirección, se vislumbra que la nueva formación puede ser el dique de contención del soberanismo, al impedir que CiU, ERC y CUP sumen la mayoría absoluta que buscan para declarar la independencia de forma unilateral.

Junqueras y Mas necesitan miles de votos no independentistas para lograrlo. Y parecen no entender que la ola de indignación es común a toda España. En los hospitales catalanes hubo muchas pancartas con el lema Tots som Teresa, algo que no habría ocurrido si Teresa fuera de Perpignan y no de Becerreá. Pablo Iglesias lo sabe. Su patria es la ira. Se declara español sin complejos, algo que parecía patrimonio exclusivo de la derecha, y en su país caben todos los indignados.

Los círculos catalanes de Podemos se reunieron este fin de semana y están en esa clave: el problema no es la soberanía, sino las élites extractivas que se envuelven la bandera para perpetuarse. Ni Madrid tiene la patente de la casta ni ser nacionalista es la vacuna. Los más de ocho apellidos catalanes de Marta Ferrusola lo evidencian. Este discurso es nuevo en Cataluña y habrá que ver cómo se foguea en las autonómicas. Pero Iglesias ya ha dicho que solo tienen una bala, y apunta al Congreso de los Diputados.