¿No criticar a Podemos?

Carlos G. Reigosa
Carlos G. Reigosa QUERIDO MUNDO

OPINIÓN

03 nov 2014 . Actualizado a las 05:00 h.

Es curioso: uno ataca algún aspecto de Podemos y cosecha una ristra de recelos. Es como si el grupo de Pablo Iglesias gozase de alguna suerte de impunidad. Yo no recuerdo haber atacado sus derechos políticos, ni la razón de sus críticas ante la actual situación, ni siquiera su —supuesto o real— populismo.

Por el contrario, he reconocido el movimiento tan pronto como afloró con fuerza en las elecciones europeas y he criticado algunas de sus afirmaciones que me parecían extremistas (y que, por cierto, han desaparecido de su discurso: me refiero a lo de no pagar la deuda, lo del populismo chavista, lo del «leninismo suave» y otras extravagancias). A estas alturas, Podemos se ha configurado como un partido del sistema que se dispone a batirse legítimamente en las distintas elecciones de este país. No cabe pedirle más requisitos para poder hacerlo.

Mirando hacia atrás con una sana curiosidad intelectual, la posición actual de Podemos podría traernos al recuerdo aquel PSOE de 1974-82, que protagonizó la larga marcha desde el Congreso de Suresnes al Palacio de La Moncloa, dejando por el camino su republicanismo, su marxismo y otros estorbos ideológicos.

Es decir, logrando la centralidad política con la que obtuvo una mayoría absoluta que, de proponérselo, le habría permitido incluso proclamar la III República (algo que, en aquellos momentos, sus propios líderes ni siquiera consideraron, en clara conexión con la voluntad popular del momento).

¿Pretende Podemos hacer un recorrido similar? No lo sé. Lo cierto es que, ante sus cambios, hay que revisar las conjeturas, y yo lo hago con gusto.

Pero no comparto la opinión de quienes parecen querer silenciar cualquier reparo que se le quiera hacer. Podemos es una fuerza política original, con presente y con futuro, y como tal debe ser tratada, sin caer en suspicacias estúpidas ni en devociones gratuitas.

Además, goza de una gran ventaja de partida: no tiene un pasado salpicado de casos infectos al que sus críticos se puedan aferrar. Hoy, a Podemos solo cabe juzgarlo por sus palabras.

Pero pronto podremos hacerlo también por sus programas y por sus hechos.

Ahí se jugará su futuro, ése que su líder, extrañamente urgido, parece querer apostar a todo o nada.