Armonización

Francisco Ríos Álvarez
Francisco Ríos LA MIRADA EN LA LENGUA

OPINIÓN

18 oct 2014 . Actualizado a las 05:00 h.

La Academia Española, en su loable afán de fijar y limpiar el idioma, ha desarrollado en el último decenio una gran actividad, que se ha traducido en varias obras: el Diccionario panhispánico de dudas (DPD, 2005), la Nueva gramática de la lengua española (2009-2011), la Ortografía de la lengua española (2010) y la vigésima tercera edición del Diccionario de la lengua española. Durante la preparación de esta, varios académicos se ocuparon de su armonización con la Gramática, la Ortografía y el Diccionario de americanismos. No se hizo otro tanto con el DPD, lo que se percibe en un mayor número de puntos de fricción de este con el DRAE.

El más perjudicado en estos casos es el hablante que, deseoso de mejorar su uso de la lengua, acude a una de esas obras, asume lo que en ella se predica y al cabo de pocos años se encuentra que lo que era blanco pasa a ser verde.

Cuando apareció el DPD incluso se invitó a los grandes grupos de comunicación a aplicar su contenido, que en algunos puntos parece ahora implícitamente desautorizado por el DRAE. De ello puede ser ejemplo el tratamiento que uno y otro dan a extranjerismos de uso frecuente en español. El DPD trata de españolizarlos en una serie de artículos en los que se repite esta cuidadosa redacción: «Adaptación gráfica propuesta para la voz francesa [o inglesa, italiana...]». Visto ahora, puede alegar la Academia que eran solo propuestas. Pobre consuelo para quienes las asumieron y aplicaron.

El DPD introdujo, por ejemplo, baguete, bléiser, burbon o butade. El DRAE, que las ignora, mantiene en unos casos o introduce por primera vez en otros las voces extranjeras baguette, blazer, bourbon y boutade, que identifica unas como francesas y otras como inglesas y, en consecuencia, escribe en cursiva.

Es paradigmático el caso de los anglicismos terminados en -ing. Aquí coinciden los criterios del DPD y de la Ortografía. Dice esta: «Los préstamos del inglés que en esa lengua presentan la terminación -ing se han adaptado tradicionalmente al español eliminando la -g final, de acuerdo con la pronunciación espontánea de los hispanohablantes [...] Se recomienda seguir acomodando a esta pauta tradicional los numerosos anglicismos que circulan hoy con esa misma configuración, si se decide adaptarlos al español, bien por su falta de equivalentes en la propia lengua, bien por su arraigo y generalización en el uso actual: campin (del ingl. camping), castin (del ingl. casting; aunque se recomienda usar con preferencia el equivalente español audición), cáterin (del ingl. catering), márquetin (del ingl. marketing; aunque se recomienda usar con preferencia el equivalente español mercadotecnia), pirsin (del ingl. piercing), etc.».

Pues bien, la nueva edición del Diccionario no recoge ninguna de estas adaptaciones y opta por los exóticos camping, casting, catering y marketing. Los pírsines no le gustan ni como piercings.

Quizá lo más sensato ante este panorama sea que cada cual aplique su propio criterio. Y mientras tanto, que el tiempo vaya poniendo cada cosa en su lugar.