El enredo político

Carlos G. Reigosa
Carlos G. Reigosa QUERIDO MUNDO

OPINIÓN

29 sep 2014 . Actualizado a las 05:00 h.

En una situación tan políticamente confusa como la actual, pocas cosas se podrían agradecer más que unos líderes que hablasen claro y fuesen inteligibles.

Pero está a la vista que esta clase de dirigentes no abunda.

Es casi imposible entender los mensajes de Pedro Sánchez (PSOE) o de Artur Más (CiU) sobre la Constitución Española o sobre Cataluña. Dicen cosas, pero no hay manera de descifrarlas con precisión y estar seguro de lo que quieren decir.

Sus respuestas son tan sutiles que se llevan por delante la mayor de las sutilezas necesarias: su propia condición inteligible.

Aunque sólo sea por esto, he recibido con agrado -e incluso con agradecimiento- la noticia de que Xavier Vence, portavoz nacional del Bloque Nacionalista Galego, ha marcado distancias con los «cantonalismos» de las Mareas, defendiendo una alternativa creada «ao redor dun programa nacionalista».

En esta definición hay algo claro, rotundo e inteligible. Algo reconocible y necesario. Y es que, a la postre, es preciso salir de la niebla y dar la cara.

Digo esto porque el afán de mixtificar y confundir tiene que tener unos límites. El PSC-PSOE ha votado a favor de la ley de consultas catalana, pero rechaza su aplicación soberanista. Artur Mas ya se ha mareado (y ha mareado a la rocosa ERC) con todas las vueltas que ha dado a fechas y posibilidades: ni él mismo sabe ya si sube o baja.

El PP mantiene un rostro impenetrable que, cuando menos, satisface a muchos de los suyos (no a todos). ¿Y qué decir de IU? Afirma una cosa u otra según en qué territorio se manifieste, conforme a sus intereses.

El Partido Nacionalista Vasco acecha conteniendo el aliento. UPyD y Ciutadans echan cuentas, no programáticas, sino de resultados electorales. Y AGE navega con una mano aferrada al asamblearismo y otra tratando de dirigir la nave. ¿Se puede decir que es éste un buen momento político? No.

La ciudadanía merece opciones claras, explícitas, sin tener que dedicar el tiempo a dilucidar futuribles. Y sobre todo necesita saber qué representa y qué ofrece cada uno.

Ya basta de jugar al escondite o a las adivinanzas, porque nos podemos pegar un trompazo considerable. Tanta supuesta astucia política nos puede impedir acertar con nuestros propios deseos.