La dogmatización que precede al cambio

Andrés Precedo Ledo CRÓNICAS DEL TERRITORIO

OPINIÓN

15 ago 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Dejaba discurrir el mando televisivo por variopintas cadenas locales, regionales y nacionales. Después de escuchar a muchos opinadores de oficio, a muchos tertulianos de ocasión y a muchísimos políticos, tuve una rara sensación de rechazo. Unos y otros, de un partido o de otro, de una corriente de pensamiento o de otra, desde la superficialidad o desde la trinchera ideológica, incluyendo las débiles argumentarías partidistas, mantenían posiciones sustentadas en datos o realidades temporales o culturales, convertidos en dogmas indiscutibles. Sentía como si un movimiento reaccionario invadiese las pantallas. Entonces empecé a pensar en posiciones contrarias al pensamiento oficial o al discurso ortodoxo. Comprendí mejor que el mundo no se hunde cuando las cosas cambian, y que a lo largo de la historia, cuando un sistema llegó al límite de su ineficiencia, siempre surgió un movimiento social que aportó el recambio. Ahora estamos al final de un ciclo de un capitalismo global antisocial, de un sistema de valores corrompidos por el egoísmo del beneficio y del poder. Incluso la universidad, que siempre jugó como actor del cambio, se ha convertido en una escuela de información, ya que no de formación, dominada por una agobiante burocracia normativizada que sepulta cualquier atisbo de reflexión crítica, y donde quienes debían ser los artífices del nuevo orden, se convierten en seguidores de un pensamiento oficial baremado.

Parafraseando una reciente película de Sean Penn, «algo está pasando, algo no va bien, porque cuando todo esto pasa es síntoma de que lo único inevitable es el cambio y que, el abandono de un dogmatismo sociopolítico esclerotizado empieza a ser también inevitable». El cambio ha venido siempre de las nuevas generaciones. También ahora estamos en condiciones de atisbar y comprender que el futuro ya está asomando su nueva cara, y que si los mayores no cambiamos de lente nos quedaremos al margen de lo que probablemente sea inevitable. Menos dogmatismo y más imaginación para pensar y construir una sociedad diferente, porque la actual, ya lo vemos, ni funciona ni nos garantiza un futuro mejor, ni a jóvenes ni a mayores.