El caso Pujol, un mal síntoma

OPINIÓN

04 ago 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Síntoma es fenómeno revelador de una enfermedad. El caso Pujol hace patentes conductas que, con diferentes variedades, llevan a dudar de la sanidad de nuestra democracia. Aparecen en diferentes niveles de la actividad política y merecen la reprobación de los ciudadanos. El ya exhonorable está condenado al ostracismo. Su nombre ha sido borrado del partido político que fundó y lideró; desposeído de todos los signos externos, incluso remunerados, que reconocían su honorabilidad. Y aún no ha concluido el despojo de símbolos. Se ha convertido en un apestado político y social. Antiguos correligionarios se aprestan a marcar distancias después de tanta cercanía en el pasado triunfal. Suele ocurrir en casos más o menos parecidos y actuales. Se ha convertido en un apestado. No ha sido buena noticia para el país. Por eso me ha parecido prudente la reacción del presidente Rajoy. ¿Por qué herir el sentimiento de muchos catalanes que depositaron su confianza durante muchos años en el entonces honorable president? Sumarse al ensañamiento personal desde el PP perjudica sus expectativas electorales en Cataluña.

Por mucho que desde Convergencia Democrática de Catalunya se empeñen en negarlo, el asunto Pujol rebasa el ámbito privado. Es síntoma de una enfermedad que padece CiU y afecta a España en su conjunto. Fue fundamental para la consolidación de la democracia, contribuyó al consenso constitucional. Un alarmante descenso electoral de CiU en beneficio de ERC, que no ha ocultado nunca cuáles son sus objetivos, advierte que se desmorona uno de los elementos sobre los que se construyó el actual sistema democrático. El nuevo coordinador de CDC habla de su refundación en un sentido contrario: abandonar su concepción originaria para gestionar la Cataluña autónoma y pasar a preparar una Cataluña soberana. Justamente, el bombazo de Pujol debería ser un aviso para que CiU no siga esa dirección. Resultaba sorprendente que Pujol la amparase. Su desaparición de la escena política deja a la deriva secesionista de CiU sin la coartada del prestigio mítico del fundador.

La posición de Mas se hace cada vez más difícil. Se ha comprometido y ha comprometido a CiU en una dirección que no tiene salida. La Diada de septiembre no va a ser una apoteosis del actual presidente. Ha quedado meridianamente claro que la consulta aprobada no es viable legalmente. En ese sentido se ha pronunciado el Tribunal Constitucional. Lo ha vuelto a repetir Rajoy personalmente a Mas en la reciente entrevista. Desde dentro de CiU, que empieza a deshilacharse como coalición, y de su electorado más natural, debería tomarse nota de la situación. Mas no puede volverse atrás, pero su fracaso en la consulta justificaría la renuncia al cargo, una salida digna para entrar en el martirologio light al estilo de Ibarretxe. Quedaría expedito el camino, ahora bloqueado, para encontrar una solución razonable a un problema que no puede ignorarse ni minusvalorarse, incluida otra consulta.