El oasis

Mariluz Ferreiro A MI BOLA

OPINIÓN

09 jul 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Las fronteras empiezan en la cabeza. En su origen son mentales. Pero los trazos pueden ser gruesos. Algunos corrigen desde hace tiempo aquella máxima despectiva que asegura que Europa empieza en los Pirineos, porque creen que comienza en Alcanar, el municipio más meridional de Tarragona. Porque uno de los argumentos preferidos del independentismo es que Cataluña es una perla arrojada en medio del gran estercolero que es España. El mito del oasis catalán. Otra forma de pensar y de hacer, que acerca más al norte eficiente y austero que al sur de los corruptos y los derrochadores. Es necesario soltar ese lastre para navegar a velocidad de crucero como cualquier otra nación europea que se precie. Y que nadie intente cuestionar este Camelot ni a su dinastía reinante, los Pujol. Es cierto que la suma de detalles de los últimos tiempos (millones en bolsas de basura, comisiones, viajes a Andorra sin esquís, colección de coches de lujo, cuentos y cuentas en Suiza... ) invitan a creer que no cabe la excusa de la manzana podrida, más bien lleva a pensar en un gran árbol con raíces profundas y poderosas en la sociedad y la economía catalanas. En su libro La decadencia de Cataluña: Contada por un charnego, el asturiano Gregorio Morán recopila textos propios, ricas pinceladas del retrato de esa otra esquina. En uno de ellos, titulado «Las trampas del redentor», dice de Jordi Pujol: «No es un hombre corrupto, sencillamente no pregunta ni de dónde salió el Lamborghini de su retoño ni por los éxitos empresariales de la floristería de su señora». Fue escrito en octubre de 1999. Hace casi quince años y sigue la leyenda del oasis. ¿Cuánto puede durar un espejismo?